Desconectar de un trabajo estresante o de un asunto que nos preocupa no es fácil. El primer impulso es querer desconectar de los problemas no pensando en ellos.  Pero… ¿cómo se hace esto? ¿Se puede pensar en «no pensar»?

Si en el día a día estamos serenos, si no tenemos graves problemas, es fácil que actividades simples y relajantes como dar un paseo o una conversación agradable sean suficientes para desconectar.

El asunto se complica cuando nuestra mente está obsesionada con un tema… Es dificilísimo hacer una actividad relajante cuando en nuestra cabeza se agolpan mil pensamientos sobre el trabajo, las obligaciones, problemas diversos, mira lo que me pasó el otro día, mira lo que me dijo este ¿que querría decir? y así hasta el infinito.

Dejar la mente en blanco requiere cierto entrenamiento. Por esto, querer desconectar de los problemas parando nuestra mente, cuando ésta está en estado de híper-actividad, es casi imposible.

Es como querer parar en seco a un niño que está pasando por una rabieta… O decirle a un futbolista durante un partido, con la adrenalina por las nubes, que «modere su comportamiento».

Cuando estamos en un frenesí mental o emocional, lo más práctico no es cortar el flujo de energía (y buscar la paz o el silencio) sino dirigirlo a otro sitio.

Si tienes una mente muy activa, y quieres desconectar del trabajo cuando llegas a casa, dirige esa potencia mental hacia otro sitio. Por ejemplo, aprende una nueva destreza que implique concentración, o apúntate a un curso de algo que te interese. Emplea los recursos mentales en este nuevo proyecto y así les quitarás «energía» a los problemas de siempre.

Otra opción para desconectar es sumergirnos en algo nuevo o desconocido. Por ejemplo, leer libros que no tengan nada que ver con nuestro trabajo, ver películas alternativas, visitar sitios nuevos en nuestro entorno, comprar en un comercio distinto, buscar amigos diferentes. Las cosas nuevas despiertan fascinación, y ésta es una emoción estupenda para desconectar de lo que nos agobia.

En definitiva… más que parar nuestra mente, podemos llevarla por caminos nuevos y revitalizadores. Los pensamientos obsesivos, aunque nos molestan, generan energía (como las rabietas) ¿no sería útil buscar una forma productiva de emplearla?

Ahí está la esencia del acto de desconectar que te propongo: re-dirigir la potencia mental a nuevas actividades, destrezas o aprendizajes. ¡Pruébalo y nos cuentas!

 

 

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