La voluntad, la acción y sobre todo la constancia, son cualidades que defiendo. Suelo decir que lo que provoca cambios espectaculares en nuestras vidas es el «dejar de pensar y pasar a hacer«.

Sin embargo… no siempre este «hacer» es hacia afuera, y no todo se consigue a base de más esfuerzo.

A veces, lo que nos pide una situación concreta es dejar de hacer, descansar, pararnos y esperar que las cosas sucedan.

Dios mío, «esperar que las cosas sucedan», este es un GRAN desafío para las personas activas y enérgicas que no están acostumbradas a detenerse sino a actuar todo el tiempo. Y también es un gran desafío para las personas impacientes (¡casi todos!) a las que les parece intolerable la acción de esperar, más aún cuando no se sabe cuánto tiempo.

Entonces… a pesar de que algunos mensajes nos impulsen a avanzar sin descanso («¡tienes que ser productivo!«, «¡hay que innovar, no te detengas!» «¡si te paras te adelantarán los competidores!«) hoy te propongo bajar de ese tren y mirar la vida desde otra perspectiva me atrevo a decir que más saludable. O más «natural».

Porque en la naturaleza, así como en nuestros cuerpos, hay momentos para estar activos (las horas diurnas, el verano) y momentos para estar quietos (la noche, el invierno), momentos donde los cambios ocurren hacia adentro (el período de latencia de una semilla) y momentos en que los cambios se producen hacia afuera (el crecimiento de era raíz).

Eso de «avanzar sin descanso y sin pausa» o lo de «lo quiero para ayer» son tonterías que nos hemos inventado en esta sociedad industrial y acelerada. Tonterías que, por cierto,  nos llevan a un estado de estrés y agotamiento a todos.

 

Si la vida te pide una pausa, concédetela
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En este artículo te propongo recuperar el sentido común con respecto al tiempo. Te propongo indagar en tres situaciones que tienen que ver con parar y detenerse.  Acompáñame y veámoslas despacito 🙂

 

Descansar como hábito

Si quieres ser productivo, descansa con frecuencia. Este es el mantra de casi todos los expertos en gestión del tiempo y productividad personal que he leído por Internet, y doy fe de que es así.

Hace unas semanas di un taller presencial a estudiantes sobre cómo mejorar el rendimiento en el estudio. Una de las cosas que les comenté en la parte de hábitos saludables fue esta del descanso. Varios de los asistentes me comentaron que, cuando tenían que estudiar mucho, no se permitían descansar. Algunos me hablaban de jornadas maratonianas de 4 de la tarde a 12 de la noche (tengamos en cuenta que de 8:30 a 14:30 ellos van al instituto).

Les comenté que este tiempo de estudio me parecía una barbaridad. Que no hay forma humana de mantener la concentración, la motivación y la mente despierta tantas horas. Que no me extrañaba que tuvieran un bajo rendimiento, se desanimaran y no lograran aprender e integrar de verdad los conocimientos (porque para mí, «vomitar» en un examen lo memorizado y olvidarlo a los dos días no es aprender).

A ellos les dije lo mismo que voy a escribir a continuación: DESCANSAD. Es que es fundamental. Es que no es un capricho. Tanto el cuerpo físico como las ideas necesitan períodos de pausa para oxigenarse y revitalizarse.

Por ello mi recomendación en este punto es clara:

Si quieres sacar adelante un trabajo de calidad, y además disfrutar del proceso, pon ratos libres obligatorios (e innegociables) en tu horario.

 

(Y sí, soy la primera para la que descansar a veces se convierte en un lujo, pero no porque sea imposible sacar esos ratos de descanso, sino porque me falta orden en mi horario y tengo algunas ideas absurdas en cuanto a gestión del tiempo que estoy observando)

Seguro que has experimentado que cuando llevas varios días sin parar debido a las obligaciones del trabajo, la casa y la familia no sólo estás muy irritable (y «explotas» con las personas que tienes confianza) sino que no disfrutas de la vida. Los días se pasan volando y al cabo de seis meses tienes la sensación de que «no vives», de que se escurren los años sin aprovecharlos.

Sin embargo cuando abres espacios para la pausa, la alegría y la relajación, tienes más conciencia del tiempo que pasa y no llegas a la cama exhaust@ y sin ganas de nada. Fluyes con el tiempo y lo degustas.

En resumen, si quieres ser más productivo y vivir mejor, reserva todos los días, y todas las semanas, momentos para parar y reconfortar cuerpo y mente.

Y repito, la mayoría de las veces lo que nos impide reservar estos ratos de descanso NO es la falta de tiempo, sino la falta de organización, la ineficiencia y los malos hábitos. Esto es lo que podríamos solucionar.

Por otro lado, si te organizas bien pero realmente tienes tantas cosas que no puedes parar, aunque quisieras, te invitaría a que renuncies, delegues o postergues planes, obligaciones y actividades. Contrata a alguien para que te ayude con la casa o el trabajo, di que no a salidas varias, apaga el móvil, gasta menos para poder trabajar menos horas, pero en definitiva: haz que tener un momento de descanso diario o semanal sea una de tus prioridades.

 

Respetar y entender los ritmos

A nadie en su sano juicio se le ocurriría, a los 5 meses de embarazo, decir que «mi bebé ya está listo, por favor hagan que nazca que tengo muchas ganas de verlo«. Tampoco dejaríamos 30 minutos un asado de cordero en el horno «porque no tenemos tiempo» si la receta nos asegura que tarda en hacerse hora y media.

De forma intuitiva entendemos que hay cosas que tienen su ritmo y no se pueden forzar.

Es más, sabemos que finalizarlas antes de tiempo sería perjudicial. ¿Por qué, entonces, con nuestros proyectos personales y profesionales no aplicamos esta misma regla?

¿Por qué queremos conseguir en un mes lo que, de forma razonable, se obtiene en un año o en dos?

Ayer mismo me comentaba un compañero emprendedor, hablando de los tiempos y el saber esperar, que él había perdido clientes u oportunidades por presionar demasiado, por ser impaciente.

Con la perspectiva que me da el llevar años en este mundillo del emprendimiento, aconsejo a todo el mundo que sea realista con los tiempos y que entienda que hay personas que hacen sus decisiones de compra de forma más impulsiva, pero otras necesitan semanas, meses o años, antes de dar el paso de confiar en ti por primera vez y contratar tus servicios.

Conseguir clientes (especialmente en el mundo online) no es una carrera de velocidad, es una maratón, y si quieres llegar al final tienes que entender que es así y no agobiarte porque llevas dos kilómetros y aún te quedan otros cuarenta y ocho.

La mayoría de las cosas, sea hacer crecer un negocio, aprender un idioma nuevo, comer de forma más saludable o mejorar la autoestima, consisten en un proceso. Se necesita bastante tiempo para integrar lo aprendido y consolidar los nuevos hábitos.

Si estos hábitos incluyen cambiar la mentalidad, y no sólo el comportamiento, entonces consideremos que el proceso es aún más lento… Nos guste o no, no podemos pasar de odiarnos y criticarnos a tener una sana relación con nosotros mismos en un mes, para nada. Tampoco podemos pasar gestionar el tiempo de manera desordenada a encontrar nuestro sistema eficaz y satisfactorio en unas pocas semanas.

Un proceso de cambio de este calibre puede suponer como mínimo unos cuantos meses, que se vuelven años hasta que lo afianzamos del todo y el tener autoestima, un diálogo interno constructivo o una manera saludable de organizar el tiempo nos sale en automático.

Estos tiempos te pueden parecer mucho o poco, bien o mal, puedes entenderlo o puedes indignarte por la lentitud con que cambia la mente y sus creencias pero es así. Aceptemos la realidad.

 

Las cosas tienen su tiempo y sus ritmos, y es perfecto de este modo. Lo que nos hace enfadar y perder la paciencia es nuestra idea irracional de que no debería ser así.

 

Es decir, es nuestra idea de que «es mucho tiempo» la que nos hace sufrir. Es nuestra incapacidad de aguantar, por ejemplo, quince días a que nos den los resultados de una prueba lo que nos mata de impaciencia.

Cuando queremos que algo suceda antes de que esté maduro (el despliegue de un negocio, de una relación, un cambio de cierta importancia) los que nos equivocamos somos nosotros.

Por ello y en resumen… ACEPTEMOS los ritmos naturales. Aceptemos, sin más, que hay procesos largos y que no pasa nada, que esto no es «peor» que que las cosas vayan rápido.

Y por último, seamos conscientes de que las cosas o los resultados pueden demorarse en llegar más tiempo del que habíamos previsto, y esto no indica un fracaso. Persistamos… porque a veces lo que nos separa del éxito es que nos retiramos antes de tiempo.

 

Confiar

Aunque muchas cosas dependen de nosotros hay otras sobre las que no tenemos ningún control. Por ejemplo, que un familiar se recupere de una enfermedad, que no llueva el día de nuestra boda o que el Estado convoque las oposiciones que necesitamos.

Tampoco depende al 100% de nosotros aprobar un examen, encontrar una casa estupenda o un nuevo círculo de amigos, ¡hay tantas cosas que pueden influir! La suerte siempre pone su puntito imprevisto.

 

En todos estos casos no nos queda más remedio que, una vez que lo hemos dado todo por nuestra parte, confiar en que el resultado obtenido va a ser favorable o que, si no lo es, será una respuesta que necesitamos para aprender.

 

Es una sensación misteriosa y liberadora esta de confiar… de ceder el control a otra persona o al destino y decir: «yo he cumplido mi parte y a partir de ahora, que sea lo que Dios quiera». Y entonces DEJAR DE HACER. Sí, así, sencillamente. No hacer nada y limitarse a observar lo que pasa después.

Confiar no es esperar de brazos cruzados a que la vida te traiga las cosas o personas que necesitas. Más bien en poner toda la carne en el asador hasta que ya no dependa más de ti y luego esperar pacientemente a que se desenvuelvan los acontecimientos.

Por eso, cuando sientas que es el momento adecuado para hacer algo (que no el momento perfecto, ése nunca llega), actúa sin miedo. Después confía en que el resultado, aunque no sea el que tú esperabas, será positivo para ti.

Y sobre todo, distingue esos momentos de la vida en que hay que hacer muchas cosas, de aquellos otros en que más nos vale sentarnos y mirar el devenir de lo que hemos puesto en marcha, para analizar si seguimos por la misma vía o hay que hacer algún cambio.

Por último, confiar supone también renunciar a una falsa sensación de control sobre nuestras vidas y puede, en cierta manera, aliviar un poco nuestra culpa. No todos los males «nos los provocamos nosotros». No todas las desgracias pueden evitarse ni los malos acontecimientos prevenirse. Y el pensamiento positivo no es capaz de alejar los eventos amargos.

En definitiva, no todo depende de nosotros, de nuestra voluntad, y saberlo puede aligerar un poco nuestra carga.

 

Palabras finales

El trabajo, la productividad, el éxito, los avances, la innovación… no lo son todo. Son sólo una cara de la moneda. En la otra cara se encuentran el descanso, la pausa, la paciencia, comprender los ritmos y saber esperar.

Tengo la experiencia de que si no elegimos parar conscientemente las circunstancias nos suelen obligar a ello. No es extraño que personas híper-ocupadas sufran un accidente, lío legal o enfermedad que les impone por la fuerza esta pausa.

Obviamente con este artículo no quiero inducir a la pereza o a la pasividad, ¡todo lo contrario! La actitud de espera no es una actitud pasiva.

Descansar, entender los ritmos lentos de la vida y confiar son acciones que se hacen con los ojos bien abiertos, observando dentro de nosotros y a nuestro alrededor,  sabiendo que después de ese descanso llegará el momento de dar pasos importantes.

pausaY ahora te propongo que te preguntes con calma lo siguiente…

¿Estás en un momento de moverte mucho y actuar hacia afuera, o de detenerte y actuar hacia adentro?

Porque dependiendo de en qué fase te encuentres, tus prioridades serán unas u otras.

¿Lo que pide de ti la vida ahora mismo es MOVIMIENTO o más bien PACIENTE ESPERA?

Esa es la cuestión. Espero que encuentres la sabiduría para responderla 😉

 


Créditos de las imágenes:

Destacada: Bench de Serhio Magpie via Flickr Creative Commons

Final: Esperando de @ondasderuido via Flickr Creative Commons

 

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8 Comentarios

  1. ¡Cuánta razón tienes!
    Personalmente lo he experimentado en entornos laborales, pero cuando realmente me dí cuenta de lo que hablas es cuando me puse a practicar deporte y alimentación saludable de manera continuada y sin prisas. Al cabo de un año adquirí el estado físico que siempre había deseado, sin esfuerzos, preocupaciones y pasándolo muy bien por el camino. En otras ocasiones que intenté hacer operaciones biquini o similares, con objetivos cortoplacistas, los resultados fueron infructuosos.

    • Amparo Millán Responde

      Hola Diego y muchas gracias por tu comentario!
      Me gusta mucho cómo describes el camino hacia un objetivo cuando no estamos obsesionados con los tiempos: «sin esfuerzos, preocupaciones y pasándolo muy bien por el camino». ¡Es así!
      Últimamente cada vez estoy más convencida de que querer resultados rápidos nos amarga la vida. Es interesante hacerse la pregunta: ¿prefiero conseguir lo que deseo en nueve meses y sin presión, degustando el camino y la gente con la que me voy encontrando, o conseguirlo en tres meses con ansiedad y sin disfrutar de cada pequeño paso?
      Yo sin ningún asomo de duda me quedo con la opción 1 y es algo que estoy trabajando cada día, que la impaciencia también es mi defectillo particular 🙂
      Un abrazo!

  2. Luly Anderson Responde

    Hola Amparo, siempre leo tus correos son geniales, por la exactitud de lo que nos cuentas que realmente en algun momento de nuestras vidas, hemos vivido. No suelo escribir, soy mas bien retraida, pero tu «descanso» amerita el presente. Te deseo todo lo mejor con la venida de tu bebe, como decis es un aprendizaje pero imagino que amen de los sinsabores que a veces debemos vivir para aprender debe tener la mayor cuota de alegria amor y de hecho todas los sabemos que ser madre saca lo mejor de nosotras. Te mando un beso enorme y sos una hermosa persona. Hasta la vuelta!!!!

    • Amparo Millán Responde

      Querida Luly,
      Muchas gracias de corazón por tus buenos deseos <3 <3 <3
      Me alegro que este artículo llegue a tu vida en el momento que necesitabas leerlo... Tal vez en tu caso, aunque no sea por la venida de un bebé, también necesites un momento de pausa, de esperar que las cosas sucedan, de respiro... No siempre podemos estar en modo "planificando y cumpliendo objetivos" 😉
      Te mando un abrazo grande y hasta la vuelta!

      Amparo.

  3. Muy interesante el proponer periodos de vitalidad (verano) con periodos de descanso (invierno), también el hablar de la importancia de la espera, de la paciencia, de la suerte, más q suerte saber esperar con buena actitud y positivismo. Como siempre grandes consejos y palabras cargadas de realismo Amparo, un placer leer esto sobre todo en momentos donde necesitas algo así. A mi modo de ver, el tránsito entre “verano e invierno” es lo que dificulta esa paciencia o espera, ya que el cuerpo se encuentra a pleno rendimiento y pausarlo a veces es complicado. Gracias por tanto!

  4. Wow estoy fascinada ye sentí tan identificada, gracias por la bendición de tu artículo, estoy pasando por trastorno de ansiedad con Estados de pánico y me pareció fabuloso y enriquecedor todo lo que leí, aparte lo acelerada que estaba con un proyecto profesional más ser mamá, esposa, tema pandemia y mi trastorno de ansiedad te imaginarás que llegue un momento en el que explote pero ahorita estoy en un proceso de relajarme, dedicarme a mi sanación, leer, respirar, sonreir y sie caigoe vuelvo a levantar. ESTE TEXTO NO FUE CASUALIDAD PARA MÍ fue Confiar y Dios me lo envió. Un gran abrazo y Dios multiplique todo lo bonito que nos causas con leerte en salud.

  5. 4Dra. Excelente aprendizaje. Durante muchos años mi vida fue un acelere y pienso que esto influyó en una depresión que manejó hace 9 años. Dios te BENDIGA SIEMPRE.

  6. Pingback: Señales indicativas de que necesitas hacer una pausa en tu vida ⋆ Lidia White

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