Si quieres cambiar el mundo, empieza por ti.

Si quieres que tu pareja cambie (y sea más cariñosa, independiente, madura, responsable o comprensiva) empieza por ti.

Si quieres que tus amigos cambien (y sean más divertidos, cercanos, amables, te llamen más para quedar) empieza por hacerlo tú.

Si quieres que tus hermanos, tus hijos, tus primos, tus empleados, tus jefes, etc. sean menos egoístas, histéricos, interesados o ignorantes, empieza el cambio tú.

En un congreso de coaching que se celebró en Ciudad Real en octubre de 2014, José Miguel Gil, presidente de la Asociación Española de Coaching, dijo una frase que me apresuré a apuntar en mi libreta y fue la siguiente: «Todos queremos que cambien los demás, pero casi nadie quiere cambiar«.

Es rigurosamente cierto.

Preferimos que ese esfuerzo del cambio lo hagan otros y clamamos que «la sociedad» tiene que corregir una serie de vicios, que en realidad también son nuestros, pero que no asumimos como propios.

 

¿Por qué tiene que cambiar uno mismo y no los demás?

Porque sencillamente es lo único que está en nuestra mano. Por frustrante que nos resulte a veces. Nadie tiene el poder de cambiar a otra persona, (¡afortunadamente!) sólo el poder de cambiarse a uno mismo. Podemos influir, podemos inspirar a los demás, podemos propiciar situaciones, pero en última instancia cada uno es dueño de lo que piensa y de lo que hace. En realidad, es lo justo.

Anthony de Mello (1931-1987) místico, escritor y sacerdote católico, nos regala esta potente historia en su libro «El canto del pájaro»:

El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: «De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: ‘Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo‘.

»A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: ‘Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho‘.

»Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración hoy es la siguiente: ‘Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo‘.

»Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.»  (Fuente)

Y concluye Anthony de Mello:

Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.

 

Si quieres cambiar el mundo, empieza por ti
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¿Qué sucede si nos quejamos todo el tiempo, pero no hacemos nada para mejorar una situación?

La queja es un mecanismo que nos alivia. Cuando una situación nos enfada, o nos parece injusta, o se han traspasado nuestros límites, quejarse está bien.

El problema viene cuando esa queja se instaura como un mecanismo habitual y no hacemos otra cosa, y encima seguimos propagando esa idea de que «el mal está fuera» porque nosotros no tenemos fallos.

Mientras que la queja esporádica y responsable nos calma y nos ayuda a liberar tensiones, la queja constante e inconsciente (sólo vemos los defectos del mundo y no los propios) nos convierte en personas amargadas e infantiles. Víctimas de las circunstancias y no responsables. Tengamos cuidado con no caer en sus garras.

 

¿Por qué es tan difícil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio?

En realidad, porque estamos diseñados para que sea así. Lo que la mayoría de las personas hacemos es proyectar en los demás nuestros conflictos, carencias y también nuestras grandes virtudes, con el fin de aprender de ellos.

No podemos ver nuestro rostro si no contamos con un espejo, ¿verdad?. A nivel psicológico, la proyección funciona como ese espejo. Como yo no puedo verme a mí mismo, utilizo a los demás para que sean el reflejo de mis oscuros defectos y también de mis cualidades más brillantes. En el primer caso, cuando proyecto sobre los demás sombra negativa, me irritan comportamientos que en realidad son míos, pero no reconozco. En el caso de las proyecciones positivas, admiro en los demás ciertos aspectos que en realidad yo también tengo, pero están dormidos.

En esta valiosa conferencia «integrar la sombra» de Virginia Gawel, la autora da numerosos ejemplos de cómo cuando algo nos irrita en exceso, es muy posible que estemos proyectando nuestra sombra. Por ejemplo, puede cabrearnos el arquetipo de mujer sexy y superficial si no hemos asumido nuestra parte sensual (y entonces creemos que todas esas mujeres que dedican tiempo a elegir ropa bonita deberían cambiar y ser como nosotras, sobrias y pragmáticas). También hay personas que proyectan un halo de «hombre sin escrúpulos» a cualquier magnate de negocios fuerte y decidido (que obviamente no sabemos si tiene escrúpulos o no), y suele reflejar que no hemos asumido nuestra parte viril y poderosa.

En resumen, cuando algo nos molesta desproporcionadamente de otro individuo, o de la sociedad en su conjunto, es más que probable que estemos proyectando nuestra sombra. Es decir, que estemos viendo en ese otro la parte de nuestra personalidad que nos negamos a ver. La solución a este conflicto pasa por abandonar la creencia de que «es el otro/la sociedad quien tiene que cambiar» y comprometernos a bucear en nuestro interior en busca de la respuesta.

 

Cuando tú cambias, tus relaciones cambian

Las relaciones tienen dos partes, los demás y tú. Si continúas en el mismo sitio, la relación se mantiene igual. Por el contrario cuando haces un movimiento, por pequeño que sea, la relación nunca más es la misma. Evoluciona. Cambia. Prospera. Mejora o se acaba definitivamente.

Me explicaron cómo el cambio en un miembro afecta a todo el sistema con esta metáfora: Imagínate un camarero que sostiene una bandeja de vasos de agua con una mano. Conque sólo quitemos un vaso de esa bandeja, todo el sistema se desequilibra y la bandeja puede caer al suelo.

Por poner otro ejemplo, si en una obra de teatro uno de los personajes se sale del guión y comienza a inventarse una historia nueva, necesariamente la obra cambia y el resto de personajes se ven afectados.

Por ello cualquier acción, interior o exterior, que te convierta en una mejor persona (más confiable, más alegre, más seguro de ti mismo, etc.) automáticamente cambia todo el sistema y mejora el mundo.

Por ello:

Si quieres mejorar el mundo y mejorar las relaciones con todos los que te rodean, empieza por ti.

Conviértete en tu mejor versión, en alguien que quien dé gusto estar.

Y el mundo, y los demás, ya harán su camino…

 


Créditos de la imagen: Mirrored de Stephanie Overton, via Flickr Creative Commons

 


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3 Comentarios

    • Amparo Millán Responde

      Claro que sí Ruth, encantada de que lo compartas con tu gente 🙂
      Un abrazo!

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