Cuando vemos a alguien que disfruta de lo que llamamos una buena vida solemos pensar cosas como «qué suerte», «mira qué bien le va» u «ojalá yo tuviera lo mismo».
Los éxitos personales visibles (mucho dinero) o invisibles (paz interior) son a veces tan luminosos que ocultan una realidad que tal vez ha sido muy diferente… la del camino para llegar allí.
Con frecuencia, el caminito seguido para llegar a ese éxito que ahora se muestra envidiable, ha sido de todo menos de rosas.
Es más, tal vez si supiéramos la trayectoria completa de esa persona, en vez de quedarnos embelesados en el final, nos parecería una historia espantosa más que de fantasía. Tal vez incluso no querríamos su éxito si eso implica aceptar el alto coste que esa persona ha pagado por él…
Resulta que en la vida las cosas que merecen la pena no son gratis, hay que estar dispuestos a ciertos sacrificios y dolores para conseguir nuestros preciados sueños. Si hablamos de crecimiento personal, es imprescindible que nos dejemos de autoengaños y nos enfrentemos a la verdad por cruda y dolorosa que sea.
Toda persona que se adentra en el ilusionante camino de materializar sus deseos profesionales o personales, pasa por momentos de desesperación, desánimo, sacrificio, pérdida de esperanza, rabia y dolor. Lo que suele pasar es que todo ese proceso finaliza en un resultado tan luminoso y feliz que hace olvidar el sufrimiento que ha llevado hasta allí.
Pero ese sufrimiento, desánimo, «noche oscura del alma» o como queramos llamarlo, ha estado ahí. No sale publicitado en Facebook (donde sólo mostramos lo bonito, el resultado final) pero ha existido.
Por eso, cada vez que veas a una persona que se ve calmada, centrada, consciente y amable con los demás, en lugar de pensar «qué suerte ha tenido» o «qué bien le ha ido en la vida» te invito a pensar LO CONTRARIO:
Que esa persona que hoy luce tan calmada lo es porque ha salido (con vida) de sus tormentos personales.
O como dice la frase que encabeza este artículo: «La paz interior es un árbol cuyas raíces son amargas, pero sus frutos son dulces».
Y esto nos lleva a dos importantes conclusiones: la primera, que tenemos que dejar a un lado, definitivamente, ese pensamiento infantil y fantasioso de que los éxitos llueven del cielo. No es así, los logros en el trabajo o en el carácter suponen un trayecto cargado de coraje y paciencia.
Y en segundo lugar, esta frase nos trae un mensaje de esperanza. El mensaje de que el sufrimiento consciente siempre tiene su recompensa, siempre nos hace mejores personas y nos trae buenas oportunidades.
Así que si has atravesado o estás atravesando una mala etapa, ten fe en que saldrás fortalecid@ de ella.