A veces perdemos tanto el tiempo mirando la jugada de nuestro oponente, sufriendo porque tiene casi una escalera, porque atesora más fichas de nosotros, porque todas las cartas le salen buenas, que nos olvidamos de nuestro propio juego.

A veces pasamos tanto tiempo envidiando, comparándonos y haciendo juicios sobre lo injusto de nuestras circunstancias (en relación a las de los demás, desde nuestro sesgado punto de vista) que no estamos viviendo nuestra propia vida.

Si algo llega con la madurez es la constatación de que las cosas no salen siempre como queremos.

No siempre cumplimos los objetivos que nos marcamos a los 20 años.

Y hay heridas, carencias o sueños frustrados que posiblemente arrastremos hasta el final.

Tal vez de joven soñabas con ser jefa en una gran empresa a tus 40, y resulta que rozando los 35 apenas has tenido tres o cuatro trabajos precarios.

Tal vez te imaginabas llevando una vida de lujos y glamour y con dificultad te concedes un viaje modesto al año.

Quizás te duele ver a tu alrededor (supuestas) familias perfectas, en las que hasta los consuegros y los cuñados se llevan bien, cuando en la tuya todo son conflictos, malentendidos y peleas.

O te imaginabas a los 30 casado/a y con tres hijos y a los 28 sigues en soltería.

O soñabas con ser un deportista de élite pero por malas decisiones y falta de acompañamiento en tu juventud te quedaste a las puertas de ese sueño.

O podría ser que estés sufriendo una incapacidad o enfermedad que te hace imposible conseguir eso que para otras personas es pan comido.

Y en este punto… posiblemente envidias la vida de personas que sí tienen aquéllo de lo que tú careces.

No puedes apartar tus ojos, con envidia y tristeza, de esas cuentas de Instagram que muestran todo lo que querrías tener y no tienes.

No puedes dejar de pensar en esa gente que parece «que ha nacido con estrella» y ha conseguido sin mucho esfuerzo lo que a ti te costó horrores (o jamás lograste).

No puedes dejar de sentir una punzada de dolor cuando te cruzas con esas parejas, familias o amigos que disfrutan de eso que para ti no es posible y no lo será nunca.

 

Realmente es humano que te sientas así, pero ¿sabes que es lo malo de este juego de la comparación y la lamentación? Que estás desviando la mirada de tu juego.

 

Estás tan centrado en «lo que ellos tienen y tú no» que has dejado de ver lo positivo de tu realidad y, sin darte cuenta, te has metido en un bucle de apatía, celos e incluso resentimiento cuyo origen no sabes identificar.

Pero el origen es este: que has abandonado tu juego, y pierdes una ronda tan otra, porque estás absolutamente absorto en las cartas y las jugadas de los demás.

Quiero compartir contigo algo muy importante que he aprendido (y he experimentado) al alcanzar mi mucha o escasa madurez y es lo siguiente:

Llega un momento en la vida en que hay que ASUMIR (palabra clave) las cartas que a uno le han tocado y/o ha elegido… y jugarlas. Con espíritu lúdico, con estrategia, de la forma más sabia posible.

Llega un momento en el que tenemos que desconectar de todo eso que hacen los demás, de todo lo que quisiéramos y no tenemos,  de lo que nos falta, y proponernos estar lo más presentes posibles en nuestra vida, nuestro juego, para dar lo mejor que seamos capaces.

 

Cómo dejar de compararse con los demás y jugar nuestras cartas
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No tenemos otra vida más que esta, no tenemos otra oportunidad.

Puede ser, efectivamente, que los demás hayan tenido «más suerte que nosotros» en algún aspecto, incluso en varios. Mas si nos quedamos en el dolor, la rabia o la queja, estamos renunciando al control de nuestro futuro.

Nadie pondrá objeción en que es mucho mejor haber nacido en España que en Somalia. Y que es mejor crecer en un entorno sano que disfuncional. Tener mucho dinero es mejor y hace muuucho más fácil la vida que pasar apuros económicos, y ser guap@ y delgad@ nos abre puertas en todos los ámbitos. También es un golpe de buena suerte haber contado en la juventud con alguien que nos ayudó a encontrar nuestra vocación o incluso un que nos proporcione nuestro primer trabajo.

Estas son buenas cartas, sin duda alguna… Si son las nuestras, podemos agradecer a la vida estos regalos con plena conciencia. Y si nuestras circunstancias no han sido así, en nuestra mano está el asumirlo y esforzarnos para conseguir condiciones más agradables.

Nos guste o no, nuestro punto de partida no se puede cambiar. Lo que tenemos es lo que tenemos. Nuestra vida es la que es.

Jugar nuestra cartas lo mejor posible supone estar anclados y atentos a la realidad, sin eludirla, y ayudarnos de personas y recursos que nos ayuden a sacar lo mejor que llevamos dentro.

Quizás estás emprendiendo a los 50 y miras con una mezcla de envidia y nostalgia a esas veinteañeras que se comen el mundo y están libres de cargas familiares. Bien, tus circunstancias no son las de esas chicas, así que es absurdo compararte, o querer hacer lo mismo, o medirte de la misma manera. Juega tus cartas a partir de lo que puedes y no puedes hacer en tu realidad en vez de pensar en los «ojalá yo tuviera/fuera/estuviera…».

Quizás tu físico no es como el de tus amigas, o tus amigos. Quizás no te arreglas porque «total, para qué, los demás van a ir mejor que yo» sin darte cuenta de que de esta manera estás desligándote de tu realidad, mirando a todos lados excepto a dónde tú estás. Juega tus cartas y esto implica arreglarte y buscar tu estilo teniendo en cuenta cómo eres, no cómo te gustaría ser.

Quizás en estos momentos estés pasando por un período de estancamiento mientras a tu alrededor todos hacen cosas: viajan, se casan, tienen hijos, montan empresas, se divorcian, se mudan, se casan de nuevo. Deja de mirar afuera y mira adentro, concéntrate en tu juego: ¿qué pide la vida de ti? ¿Qué movimientos SÍ puedes hacer? ¿Cómo podrías aprovechar este momento de pausa para replantearte el camino?

Quizás no tienes mucho dinero y te pasas las tardes mirando cuenta de personas ricas y famosas que viajan en yate, van a la peluquería en París, cenan en restaurantes lujosos y toman copas en sitios de diseño. Bien, deja de mirar el dinero que tienen ellos y mira el que posees tú, ¿qué sí podrías hacer? ¿Qué pequeños lujos sí te podrías permitir? ¿Acaso no existen cosas maravillosas no requieren dinero y has dejado de practicar porque pasas las tardes en Pinterest admirando esas vidas?

El mensaje en todos los casos es el mismo: VUELVE A TU JUEGO, MIRA TUS CARTAS Y HAZ CON ELLAS EL MEJOR MOVIMIENTO POSIBLE.

Sólo cuando trabajas desde tu realidad, desde lo que tienes (no lo que te gustaría tener, no lo que tienen los otros, no lo que te falta) logras conseguir metas reales.

Y entonces, en ese preciso momento en que te olvidas de los demás y empiezas a jugar tu juego, en ese preciso momento en que aceptas que no todo es como te gustaría (y quizás no lo será nunca) empiezas a cogerle el gustillo a tu día a día.

O como a mí me gusta decir: «a enamorarte de la vida que tienes».

En el momento en que te concentras en tus circunstancias descubres lo fascinantes que son algunas, aunque no te habrías dado cuenta, y que hay gente que secretamente admiraba algunas cosas que posees aunque para ti no eran nada del otro mundo.

Ese momento puede llegar para ti si eliges dejar de enfocarte en la suerte que tienen los otros. Puesto que mirar las circunstancias de los demás no va a producir cambios en las tuyas.

Juega bien tus cartas en la vida

Ha llegado el momento de olvidarte de la pareja de ases de tu oponente y mirar tus cartas.

Míralas atentamente. Concéntrate. Busca posibilidades, pequeños tesoros escondidos. Confía en la suerte y en tus habilidades.

Y como estás en lo que tienes que estar, en tu realidad, ahora sí disfrutarás de la partida. 🙂

 


Créditos de la imagen: has a good hand  de Mitya Ku via Flickr Creative Commons

 

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8 Comentarios

    • Amparo Millán Responde

      Gracias a ti por comentar, Dunia, me alegro que te haya servido este artículo. Un abrazo! 🙂

  1. Silvia Alfonso Responde

    Muchas gracias. Me ha gustado mucho el artículo..y también que sea tan claro y directo: para Abrir los Ojos 🙂 Muchas gracias por tu gran ayuda 🙂

  2. Me encantan tus artículos , no recuerdo exactamente cuando comencé a seguirte pero me ha ayudado mucho .A pesar de la diferencia de edad me has ayudado a comprender y aliviar muchísimas dudas .Gracias infinitas que Dios te siga otorgando ese magnifico don de mejorar la vida de los demás

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