Desde que cuento que soy coach, y en qué consiste un proceso de coaching, muchas personas me hacen este comentario:
Vaya, suena genial, pero… a mí no me serviría porque no tengo un objetivo claro ni sé muy bien cuál es mi problema. No sabría por dónde empezar a trabajar…
Mi respuesta en dos palabras a esta duda sería: DA IGUAL. Si tienes interés en conocerte y mejorar, no necesitas un «objetivo claro». La claridad, la motivación y los auténticos objetivos se encuentran buscando. Cualquier cosa, no importa, puedes hacerte una pregunta cualquiera (¿qué deseo? ¿cómo mejorar mi autoestima? ¿cómo dejar de ser tan autoexigente? ¿qué hábitos me ayudarían a terminar mis estudios?) y olfatear en busca de la respuesta. Pero hay que salir de casa (en sentido metafórico, pero también literal) y buscar.
Ni las nuevas oportunidades, ni las respuestas rompedoras, aparecen si toda la vida leemos los mismos libros, hablamos con la misma gente afín o desistimos de hacer algo porque nos da vergüenza. Más bien, llegan a nosotros cuando empezamos a movernos, a probar caminos distintos y a pensar de una forma creativa, más allá de lo convencional.
Siguiendo con este planteamiento, es verdad que muchas personas empiezan un proceso de coaching con un motivo muy concreto (organizar mejor el tiempo, estructurar su negocio, perder peso, superar algunos miedos) y lo que se encuentran en el camino es que el motivo REAL es otro. Es decir, que el problema que tienen al principio es una simple pasarela para comenzar un proceso mucho mayor y más importante. El proceso de descubrir quién es uno, qué quiere, qué daño hace sin darse cuenta, y cómo ha contribuido a crear su realidad actual.
Personalmente he trabajado con personas cuyo objetivo inicial era perder peso y ponerse en forma, y hemos terminado hablando de emociones escondidas, relaciones amorosas de fracaso y pensamientos tóxicos. En otra ocasión, el objetivo inicial de una consultante era avanzar en sus estudios y eso nos condujo a analizar los miedos, las creencias obsoletas y los obstáculos internos que la estaban saboteando. Y es muy frecuente que una persona consulte para organizar mejor el tiempo (a mí es un tema que me gusta para comenzar un proceso, porque es muy concreto) y de ahí, no sé de qué mágica forma, salen ramificaciones que nos permiten repasar su historia familiar, sus creencias con el dinero, o esos sueños íntimos y alocados que no nos habíamos permitido expresar.
En palabras de Ritch Litvin, mentor de coaches estadounidense:
Cada cliente tiene un objetivo detrás de su objetivo.
Y ninguno viene a ti por la primera razón que te presentan.
Por tanto tu trabajo es averiguar qué quieren ellos realmente. Hazlo y te lo agradecerán siempre.
Con esto quiero decir que, si quieres cambiar, importa poco por dónde empezar. Si tienes interés por tu propio desarrollo personal, si algo en ti te impulsa a ser la persona que estás destinada a ser (y que por circunstancias varias permanece agazapada y sin mostrarse al mundo exterior) cualquier objetivo, motivo o deseo es bueno como punto de partida. Simplemente elige algo en lo que enfocarte para comenzar el proceso (o «el viaje del héroe» como a mí me gusta llamarlo) pero una vez que estés caminando, atrévete a explorar lo que vaya surgiendo.
Si eres coach, psicólogo o terapeuta, invita a tus clientes a mirar más allá de sus objetivos inmediatos, incítalos a averiguar cuál es el verdadero motivo por el que han llegado a ti (como dice Rich Litvin). No os quedéis en lo superficial e inmediato, id hacia adentro para averiguar qué deseo profundo motivó el comienzo de la terapia.
«Todos los caminos llevan a Roma«. Y las personas expresamos nuestra realidad interna de muchas formas. Somos según nuestro aspecto físico. Somos según gestionamos el tiempo y el dinero. Somos según nuestra relación de pareja. Somos según hablamos con nuestros amigos. Somos según el lenguaje que utilizamos. Somos según las creencias o las «ideas inamovibles» en que basamos nuestra existencia. Somos según las aficiones, el arte, los objetos, la ropa que nos gusta. Es decir, cualquier aspecto de la vida de una persona, por ínfimo que parezca, habla de ella. Y por lo tanto, centrando la atención en cualquiera de estos temas y siguiendo un hilo conductor, podemos llegar al centro mismo de la persona.
En resumen, cualquier objetivo de desarrollo personal es válido para empezar a trabajar si, llegado el momento, nos atrevemos a salir de las rutas prefijadas y mirar hacia ese lugar que da mucho miedo al principio pero mucha alegría al final: el interior de uno mismo.
Créditos de la imagen: Floating, de lauren rushing, via Flickr Creative Commons
5 Comentarios
Creo que lo más importante cuando alguien quiere conseguir algo es ser sincero y honesto consigo mismo, sino nada funcionará. Me gusta mucho que haya gente inquieta como tú que ayude a otras personas a encontrar su camino. Un saludo y sigue así.
Claro que sí David, lo primero es ser brutalmente honesto con uno mismo, porque en realidad, nada nos puede ocurrir si nos enfrentamos a nosotros y a las situaciones con sinceridad. No es sencillo saber qué es lo que REALMENTE uno quiere, pero solamente la decisión y el coraje de querer averiguarlo, es un paso enorme.
Un saludo y gracias por comentar.
Este tipo de procesos son geniales cuando se tienen mil dudas y excusas, porque te hace ver qué es lo importante y lo que no y a qué debes dedicarle tu energía y qué se resolverá por sí mismo. Porque muchas veces intentamos resolver problemas superfluos posponiendo lo realmente importante y después nos preguntamos ¿por qué esto siempre me pasa a mi?
De hecho, tal vez el trabajo que venimos a hacer a esta vida sea precisamente ése: aclararnos.
Antes de nada decirte que siempre me encantan tus artículos. En mi opinión, todo está relacionado con nuestro mundo interno: miedos, frustraciones…no depende de una situación concreta, por eso cuándo abrimos la puerta al cambio así en general, las cosas suceden.
Saludos!