En la vida es bueno hacerse preguntas.

Sobre todo si vamos todo el rato sin parar, movidos por un piloto automático que no sabemos muy bien adónde nos lleva y por qué. A mí siempre me ha gustado hacerme preguntas y tal vez por eso estaba destinada a hacerme coach y a escribir un blog… 🙂

De todas esas preguntas, hay una que me gusta especialmente para momentos de indecisión, apatía o ese malestar que un@ no sabe con exactitud de dónde procede. Esa pregunta es la siguiente:

¿Qué necesito?

 

Es una pregunta que esconde mucha más profundidad de la que aparenta. No se trata de preguntarnos cuál es la primera tontería que nos apetece o qué «nos vendría bien» , ni siquiera lo que QUEREMOS hacer.

Lo que persigue esta pregunta es conectar con lo que nos falta, con lo que nos es necesario, que a veces puede ser tan simple como un descanso o una vuelta para oxigenar nuestras ideas.

Por supuesto, a veces una persona cree que necesita algo que en realidad no necesita. Casi todo el mundo dice que necesita más dinero o más vacaciones, pero muchos, si se pararan a pensarlo y fueran sinceros, no sabrían qué hacer con ambas cosas. Porque la felicidad no es cuestión de dinero o tiempo «en bruto», es cuestión de aprovechar BIEN ese dinero o esas vacaciones, invertirlo en lo que verdaderamente necesitamos en un momento dado y no en otra cosa.

Por eso, la principal precaución a la hora de conectar con nuestras necesidades reales es:

Quitar lo superficial e ir a lo profundo

 

Párate unos segundos a pensar en esto… ¿Qué necesitas de verdad? Tú, aquí, ahora.

Imagínate que estás un poco deprimid@ por cualquier cosa y se te ocurre que necesitas un nuevo smartphone para ser más feliz.

Venga… ¿¿¿en serio????

¿Crees que tu vacío interior, tu soledad, tu dolor no atendido, tus críticas hacia ti mism@, se van a solucionar por tener un móvil más grande y más bonito?

 

La publicidad nos vende que LAS COSAS MATERIALES pueden saciar el hambre interior. Obviamente la publicidad busca vender y por este lado consigue su objetivo, pero en el fondo tú sabes que esta relación «cosas materiales = satisfacción» no es del todo cierta. No se acaba nuestra angustia por comprar un reloj nuevo. Tampoco conseguimos sentirnos más autorrealizados sólo por irnos a un viaje precioso (de hecho, opino que el síndrome postvacacional es simplemente darnos cuenta de que nosotros nos hemos ido de vacaciones pero nuestros problemas nos siguen esperando en casa).

Por ello, si quieres tener una vida mejor, más plena, más armoniosa, tienes que empezar por descubrir qué es lo que en realidad necesitas.

Si te sientes sol@, no necesitas un vestido nuevo, necesitas amigos y compañeros con los que intimar, salir y divertirte (y en una de esas maravillosas fiestas, sí, puedes estrenar ese vestido estupendo)

Si tienes una relación fría y distante con tu pareja, no necesitáis «iros de viaje para cambiar de aires y recuperar la intimidad» (por mucho que Hawaii y unas caipirinhas al sol sean opciones tentadoras) necesitáis rituales en vuestra rutina diaria que os hagan conectar y recuperar la pasión perdida.

Si detestas tu trabajo, tu casa actual, tu vida en general, no necesitas evadirte de esos problemas por medio de las compras, las salidas o el alcohol, lo que de verdad necesitas es pararte y hacer un plan realista a medio-largo plazo, por ejemplo a cinco años, para cambiar radicalmente tu realidad.

Si para ti la estabilidad y la seguridad son valores importantes que sacan lo mejor de ti, necesitas incorporarlas como sea en tu día a día y en tu trabajo. Y si por el contrario lo que te apasiona es la aventura y cambiar de aires cada dos por tres, lo peor que podrías hacer es prepararte unas oposiciones para la administración.

En definitiva:

Saber lo que necesitamos es fundamental para orientarnos en la vida.

 

Por supuesto, el siguiente paso es acercarnos de forma activa a eso que nos hace falta y alejarnos conscientemente de lo que no necesitamos y sólo hacemos por inercia. Como todas las cosas de la vida, ambas acciones son cuestión de práctica y entrenamiento.

 

Una pregunta para mejorar tu bienestar: ¿qué necesito?
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Un ejercicio

Cuando te sientras triste, abrumad@, confus@, atosigad@ por los demás o en una situación de bloqueo total, sal de casa, mira al cielo y hazte la siguiente pregunta:

¿QUÉ NECESITO?

Si te sirve, cierra los ojos y déjate llevar por la sensación de la brisa en tu cuerpo (que a la mayoría de personas nos parece agradable). Olvídate de lo que otros te dicen o de lo que has hecho siempre ante ese problema. Olvídate de los remedios superficiales (salidas, compras, viajes, desahogos rápidos) que sólo tapan unos minutos tu angustia interna. ¿Qué necesitas DE VERDAD? ¿Qué te ayudaría realmente a mejorar tu situación?

Una vez que has identificado algo que necesitas, llega el paso dos: ¿Cómo puedes proporcionarte eso? Dicho de otra manera:

¿Qué puedes hacer por ti, aquí y ahora?

 

Por ejemplo, si te viene la respuesta de que necesitas hacer un descanso y tomar una infusión tranquilamente desde tu terraza, házlo.

Si lo que necesitas es hablar con una persona querida, coge el teléfono y toma tú la iniciativa (más que esperar que esa persona te llame).

Si necesitas dar un paseo para «desfogar» (como se dice en mi tierra) y poner orden en tus pensamientos, coge el abrigo y lánzate a la calle.

Si necesitas chocolate negro para subir tu estado de ánimo o para incrementar tu energía, cómete una onza sin culpabilidad.

Si necesitas poner orden en tu vida, empieza por poner orden en tu frigorífico y en el armario del baño, por ejemplo.

Si necesitas hacer un curso de formación específico para avanzar en tu negocio, mira opciones y matricúlate lo antes posible.

Y si necesitas llorar para sacar todo ese dolor que se acumula dentro, ponte música tierna, coge los pañuelos y entrégate a tu duelo particular.

 

Cada uno de nosotros tiene una llave mágica hacia su bienestar. No siempre es fácil saber lo que queremos de verdad y lo que necesitamos, pero empezar a preguntárnoslo a menudo es el mejor entrenamiento.

 

¿Qué necesitas AHORA?
¿Y qué harás para conseguirlo?

 


Créditos de la imagen:

Bureau of Land Management via Flickr Creative Commons

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7 Comentarios

  1. Qué reflexión tan estupenda. Tengo amigos que me han comentado que se entregan a una u otra afición por huir de una vida en la que se ven atrapados y me da pena.
    Y no había considerado así lo del síndrome postvacacional, pero estoy de acuerdo. No es volver a madrugar, es volver a esa vida de la que, una vez más, se intenta huir.

    • Amparo Millán Responde

      Hola Alicia,
      Yo creo que sería bonito por tu parte (y bueno para tus amigos) si les presentaras de forma directa esta pregunta: «X, ¿qué necesitas?» A veces las personas no hacemos lo que necesitamos porque no nos hemos parado ni un minuto a pensarlo. Por experiencia sé que cuando, en un entorno de confianza, a alguien se le pregunta por cuál es su necesidad más importante, la persona responde con algo verdadero… Tal vez alguno de tus amigos responda: «Pues mira, ahora que lo pienso necesito hacer menos cosas y tener más tranquilidad» o bien «necesito de verdad mejorar la relación con mi pareja» o «necesito clarificar esta situación familiar tan difícil» o «necesito al menos pensar en cambiar de trabajo porque odio el mío».
      Si te animas, comparte esta pregunta con alguien de tu entorno y ya nos contarás (aquí o en el grupo de FB) tus impresiones. 🙂 Un abrazo!!

  2. Tienes razón Amparo.La mayoria de las personas vamos por la vida con el autómatico puesto.En las reuniones con los amigos,hermanos,padres,etc…nuestro mayor placer es comentarle la carrera maratoniana de nuestro dia, es como una competición para ver quién ha hecho más cosas.No nos preguntamos si es lo que necesitamos.Sí,eso es lo que necesitamos para sentirnos alguién,porque no somos conscientes del vacio que tenemos que llenar.Qué gran pregunta,qué sencilla.Qué necesitas?.Alguno de nosotros si fuéramos sinceros y nos la hiciéramos,saldríamos corriendo.

    • Amparo Millán Responde

      Hola y muchas gracias por tu valiosísimo mensaje,
      Yo también he estado en esas reuniones donde parece que gana «quién más hace, quién no para un segundo en el día». Es bastante estúpido ¿qué tenemos que demostrar nuestro «aguante», que nos roba la alegría de vivir? ¿Y a quién y para qué? ¿A nuestros padres, a nuestros amigos, al resto de nuestros familiares?
      Dices: «alguno de nosotros, si fuéramos sinceros y nos hiciéramos la pregunta ‘¿Qué necesito?’ saldríamos corriendo. Pues es así… A veces dan ganas de salir corriendo cuando miramos con los ojos bien abiertos lo que hemos hecho con nuestra vida. De todas formas, este dolor es un punto muy interesante para empezar cualquier cambio. Yo estoy convencida de que, cuando nos damos cuenta lo DIFÍCIL que es vivir del modo en que lo hacemos, cambiar nos parece más fácil, a pesar de todos los precios que tendremos que pagar.
      Un abrazo!

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