Hace algunas semanas tuve una conversación-debate en un grupo de whatsapp con una amiga mía, quien decía que «la vida es muy sencilla, lo que pasa es que nos la complicamos»

Esta idea de que es fácil ser feliz si dejamos de «complicarnos la vida» me parece un poco engañosa. Es obvio que vivir en una nube de pesimismo, envidia y quejas varias nos aleja de la felicidad. Sin embargo la opción contraria, la de negar el dolor e instalarse en un perpetuo «pensamiento positivo», no conduce a una vida más auténtica y plena sino a una especie de fantasía de felicidad que acabará por desmoronarse.

Nadie puede engañar a su mente y a su corazón diciéndose «soy feliz» si realmente no SE SIENTE así. O bueno, corrijo, sí se puede vivir engañad@, pero los resultados son siempre catastróficos.

Volviendo a esta frase de «la vida es muy sencilla, lo que pasa es que nos la complicamos» siempre he pensado que a mí no me soluciona nada pensar, ante un problema, que «lo complico sin querer». De hecho esto puede llevar a una persona a pensar: «si algo tiene una solución sencilla y aún así no soy capaz de encontrarla ¿qué clase de inútil soy

No, me parece que los tiros no van por ahí. Las personas no complicamos nuestra existencia a propósito… Y no podemos solucionar los problemas, o superar el dolor, recitando frases inspiradoras al levantarnos o eligiendo centrarnos en el lado bonito de una situación.

El lugar adónde tenemos que ir a buscar para alcanzar la felicidad no es la luz, sino la SOMBRA.

Lo que nos paraliza y nos complica la existencia no es nuestra falta de optimismo sino la PESADA MOCHILA cargada de miedos, inseguridades, ignorancia y conflictos no resueltos que llevamos a las espaldas.

Y hay que ir vaciando esta pesada mochila si queremos una vida más consciente y más auténtica.

Esa mochila es la sombra que nos acompaña cada segundo de nuestras vidas, la sombra que nos lleva a sentirnos desdichad@s aun cuando las circunstancias no son tan desagradables, la sombra que nos impide ver quiénes somos, qué queremos y cuál es nuestra vocación. Esa sombra, por cierto, se cuela en nuestros sueños cada noche, intentando decirnos algo muy importante en un lenguaje lo suficientemente críptico como para no ser censurado.

En algún momento, tendremos que sacar las ganas para mirar aquéllo que se encuentra en la habitación más oscura de nuestra mente, aunque esta tarea no sea bonita, ni agradable, ni fácil.

Carl Gustav Jung, gran psicoanalista del siglo pasado, expuso esta idea de forma magistral con esta frase:

No es posible despertar a la conciencia sin dolor.

La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma.

Nadie se ilumina haciendo figuras de luz sino haciendo consciente la oscuridad

Para ser feliz, tienes que bucear en el dolor.

Para vivir con más conciencia, tienes que estar dispuesto a dejar de huir y mirar lo que hay.

Los problemas no se solucionan «viendo el lado bonito de la vida». Se solucionan cuando un@, con valentía, va sacando toda esa basura de la mochila y decide que quiere vivir más libre, más ligero.

¿Tú que opinas? ¿Que se puede salir de una dificultad pensando que «la vida es más sencilla de lo que la vemos» o que hay que escarbar en nuestro dolor y nuestras sombras para ello?

 


Créditos de la imagen: Falling down de PYLmom via Flickr Creative Commons

 

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5 Comentarios

  1. Hola Amparo, he llegado a este post desde Oyedeb y me ha encantado. La pregunta es, cómo mirar a ese lado? Cómo saber que lo estoy haciendo?
    Gracias y un beso

    • Amparo Millán Responde

      Hola Cigi y bienvenida! 🙂
      Entiendo, tu pregunta es: a nivel PRÁCTICO, ¿cómo mirar a la sombra? ¿cómo conectar con «ese dolor primigenio» como vía de encontrar la felicidad?
      Bueno, justamente aquí está «la madre del cordero». Metodologías para indagar en un@ mism@ hay muchas… desde el psicoanálisis al eneagrama, pasando por todas las terapias psicológicas existentes a lenguajes como el tarot, la astrología o el iChing. También se puede contactar con la sombra haciendo un trabajo de autoreflexión como puede ser:
      – Evaluar cuáles son nuestras heridas emocionales y cuándo nos duelen (¿cuándo nos sentimos mal? ¿qué tiene que ocurrir para que nos desestabilicemos? ¿en qué período de nuestra vida caímos en el abismo?)
      – Bucear en los símbolos de nuestros sueños
      – Ver qué es lo que MÁS nos molesta de los demás, con frecuencia es lo que reprimimos de nosotros mismos
      – Ver qué es lo que más ADMIRAMOS de los demás, con frecuencia son anhelos no reconocidos
      – Hacer caso a lo que dicen los demás de nosotros (a veces, son mucho más objetivos)
      – Y por último, ver dónde estamos en nuestra vida. ¿Nos gusta lo que tenemos, el sitio donde vivimos, nuestro trabajo, nuestra pareja, nuestra rutina? Si es que no, en algún punto nos perdimos de nuestro ser esencial y es un trabajo casi diría de detective el averiguar cómo ocurrió este desvío…

      En definitiva, has planteado LA pregunta y de verdad te invito a que poco a poco, con mucha paciencia (y también con mucha alegría, porque este camino es apasionante) vayas buscando en personas, textos, libros y conferencias la respuesta. Un abrazo!

  2. Augusto Garcia Rodríguez Responde

    Me parece muy bueno su artículo, no obstante pienso que bucear en el dolor es como volver a vivirlo y luego devolverlo al subconsciente modificado y, quizás aumentado. Por otro lado, si no fuí capaz de solucionrlo, ¿ Quien me dice que ahora puedo ?.

  3. Creo que una cosa no excluye la otra. Aprendemos mucho del dolor y tambien del amor. Conocer y encarar nuestras heridas y miedos es algo asi como ir a los origenes. Como nuestra mente es capaz de procesar tantas cosas, pienso que también nos sirve buscar el lado positivo a una situacion, recitar oraciones-mantras, hacer algun ritual y analizar nuestros sueños

  4. Pingback: Si piensas que tus problemas son únicos, te equivocas – Bettyelane

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