¿Vives una vida «ideal» (la vida que quieres, la que te va a hacer crecer,) o tan sólo una vida cómoda? ¿Es lo seguro y lo confortable tu principal valor?
El lenguaje es nuestra forma de comunicarnos, con los demás y con nosotros mismos, así que es muy importante la forma en que llamamos a las cosas. Utilizar palabras engañosas es el primer paso para confundirnos y alejarnos de nuestra verdad interior.
En este artículo me gustaría que reflexionáramos junt@s sobre los significados falsos que atribuimos a la expresión «vida ideal«. Solemos ponerle la etiqueta de ideal o perfecto a cualquier situación cómoda o confortable. El problema es que estas situaciones confortables, con un alto grado de seguridad, muchas veces no permiten el crecimiento y expansión de sus protagonistas, e incluso acarrean algunos inconvenientes poco visibles, con lo cual estamos catalogando como «ideal» algo que en la práctica no lo es.
De ahí que muchas personas que aparentemente tienen todo lo necesario para ser feliz (una pareja, casa propia, un trabajo, dinero, aficiones los fines de semana) sientan que les falta algo. Lo primero que deberían hacer estas personas es desmitificar sus propias vidas, bajarse de la convicción de que «todo está bien» (si todo estuviera bien, habría un sentimiento de plenitud ¿no?) y empezar a mirar si han sacrificado su autenticidad o sus verdaderos deseos en pos de la seguridad material o afectiva.
¿Empiezas a notar qué importante es llamar a las cosas por su verdadero nombre? ¿Viene a tu cabeza alguna historia, o la tuya propia, en que la seguridad viene disfrazada de «situación ideal»?
Para abordar esta idea de cómo a veces denominamos como «perfecto» lo que con mayor precisión se podría calificar de «cómodo», utilizaré tres historias ficticias. Acompáñame y veamos qué sutiles engaños se esconden tras las vidas supuestamente ideales de los protagonistas y analicemos cómo podrían enfrentarse con su verdad…
La historia de Carlos
Empecemos por la típica historia de Carlos, un alto ejecutivo que vive en una gran ciudad. Ocupa un puesto de prestigio en su empresa, conduce un coche deportivo, las mujeres le adoran, se siente poderoso en el trabajo y, en definitiva, vive la vida que con veinte años, cuando sólo era un «pardillo» estudiante de universidad, soñaba con vivir. Pero tras unos meses, o años, empieza a notar que le falta algo… que los días son iguales a otros, que está cansado, que el trabajo ya no le parece tan excitante, y que empieza a notar molestias físicas como resultado del estrés (dolores de espalda, migraña, dolores de estómago).
Un día Carlos se va de vacaciones al campo con unos amigos, a un lugar donde fabrican quesos y cultivan un pequeño huerto, y constata con sorpresa que le encanta esa forma de vida: el pueblo, la tranquilidad, el trabajo manual, el contacto con la naturaleza. Incluso piensa en dejar de lado su lista de amantes y encontrar una mujer, y formar una familia…
Carlos entonces empieza a plantearse dejarlo todo y comenzar un negocio de quesos artesanos, pero entonces se da cuenta de que esa opción también tiene un lado menos bonito. Significaría dejar su puesto, su prestigio, gran parte de sus ingresos, bajar su nivel de vida, enfrentarse a las opiniones burlonas de sus conocidos (que lo llamarían loco o estúpido) y tener en cuenta la posibilidad de una decepción: que la vida del pueblo le aburra, que el negocio vaya a pique, que se sienta solo y aislado y que al cabo de un año se acabe arrepintiendo de su decisión.
Carlos se siente atrapado y ve que tiene por delante una complicada decisión. Hablando con un amigo, le cuenta:
– «Por un lado la idea de un cambio me atrae. Pero por el otro, tengo miedo de renunciar a esta vida ideal de comodidades, dinero, estabilidad, reconocimiento… «
Su amigo, que es un poco coach, le interrumpe en esta frase y simplemente le dice:
«Carlos, ésa no es una vida ideal, es una vida cómoda. Teniendo esto en cuenta, piensa qué puedes y quieres hacer.»
Y efectivamente, a partir de ese momento Carlos aborda sus circunstancias de una forma diferente, sabiendo que en realidad no tiene que renunciar a una vida ideal, sino a una vida cómoda.
La historia de Marisa (y la de Emma)
Marisa es una mujer que vive en una ciudad pequeña con su marido y sus tres hijos, en un vecindario cómodo y agradable, el mismo en el que vivió de niña. Trabaja a media jornada en un pequeño negocio para poder pasar más tiempo con su familia. Le encanta quedar con sus amigos de siempre y asistir a los eventos familiares, tanto propios como los de su marido. Se lleva bien con sus vecinos y es una persona querida y bien considerada.
Marisa adora su casa espaciosa, su trabajo, su gente y su entorno, seguro y acogedor. Para ella, es una vida ideal que ha creado con los años, a base de tesón, buenos planteamientos y armonía. Y sin embargo… nota cómo siente una amarga punzada de envidia, cada vez que su prima Emma, fotógrafa de renombre y residente en París, acude a las reuniones familiares.
Emma está soltera, aunque tiene novios impresionantes, se queja del estrés y de los franceses pero a la vez adora París, vive en un apartamento pequeño pero bohemio, viaja mucho por motivos de trabajo y tiene ropa que a Marisa le parece preciosa. Emma, por supuesto, también sufre mucho de vez en cuando por las decepciones amorosas, por las exigencias del trabajo y por la frialdad de la vida en el norte de Francia. Cuando se encuentra con su prima, en sus viajes esporádicos a España, siempre aprovecha para decirle: «Marisa, esto que tienes aquí… esto es vida…«.
Aunque a Marisa le gusta escuchar esto, no consigue reconfortarla del todo. A veces llega a reconocer que su vida le aburre, le parece poco excitante. Luego se regaña por pensar estas cosas y se dice interiormente: «¡estoy tonta, pero si tengo todo lo que siempre soñé!»
Nadie puede juzgar qué vida es mejor que la otra, y qué sería más adecuado que hiciera cada una de ellas. Aun así, estoy convencida que que Marisa podría gestionar mejor esas crisis de envidia e insatisfacción que la aquejan, si se planteara que quizás la vida que lleva no es «ideal» sino que es una vida segura y cómoda. A partir de tener claro este punto, ella puede mirar con mucha más conciencia su realidad, y sobre todo entender mejor en sus reacciones.
La historia de Roberto
Roberto es abogado y trabaja en la empresa familiar, con todas las ventajas que esto implica: tiene trabajo desde que salió de la universidad, cobra más que cualquiera de sus compañeros abogados, disfruta de coche y móvil de empresa y en pocos años será sucesor y jefe de un gabinete importante, cuando su padre se jubile. Está casado, bien posicionado en sociedad, tiene un horario de trabajo flexible, y, como sus padres le repiten a menudo, no ha tenido que «luchar» por las cosas, pues siempre ha tenido garantizado el puesto en el bufete familiar. Desde fuera, lleva una vida ideal que muchos de sus compañeros de carrera envidian. Alguno de sus amigos incluso le dice claramente: «Menuda suerte, cobras el triple que yo y puedes trabajar menos; ya me gustaría a mí que mis padres tuvieran un bufete y pudieran contratarme…«.
Sin embargo, algo sucede ciertos días cuando Roberto sale del trabajo. Se siente encarcelado, aprisionado. Tiene la terrible sensación de que él en su vida ha elegido poco. A nadie se le pasó por la cabeza que Roberto pudiera estudiar otra cosa que no fuera Derecho, o que pudiera trabajar en cualquier otro sitio. Simplemente se dio por hecho, y él cumplió con lo que se esperaba de él. Del mismo modo, luego «le tocó» buscarse novia, comprarse piso, decorarlo, casarse y en ese momento su mujer estaba pensando en tener hijos (por supuesto, Roberto no había dado su opinión en este asunto ¿para qué?). Dentro de unos años, heredaría la empresa, aumentaría su patrimonio, probablemente comprara una casa en el campo donde ir los fines de semana. Y los días seguirían sucediendo, uno tras otro, tal y como estaba previsto. Sin salirse del plan.
Los días en que Roberto tiene ganas de cuestionarse algo (que no son muchos) se pregunta si ser abogado era su vocación y la verdad es que no sabe qué responder. También se siente muy desconectado de sí mismo y con la sensación angustiosa de que sólo ha seguido un guión preestablecido y no el deseado. No obstante, otras veces se ríe de estas maquinaciones: «¡pero qué estoy diciendo, si tengo una vida perfecta! Una vida que el resto de mis amigos, agobiados con su sueldo y horas de trabajo, ensalzan y envidian.»
Quizás algo podría ser diferente para Roberto, quizás podría comprenderse mejor, si alguien le mencionara que esa vida perfecta que algunos tanto defendían era en realidad, Y POR ENCIMA DE TODO, una vida cómoda. Confortable, sí; acomodada, también. Pero no perfecta. Porque siempre había estado sujeto a muchas limitaciones y algo en él iba a marchitarse ¡incluso antes de haber florecido! ¿Acaso esto es lo «ideal»?
Concluyendo
Estas tres historias tienen algo en común. Los protagonistas están convencidos, por una parte, de que algo no funciona bien, de que quizás podrían cambiar de vida (los síntomas físicos, la envidia profunda o la insatisfacción son fabulosos mensajeros), de que «estaría bien» hacer otra cosa. Pero por otro lado, se aferran a la idea falsa de que su vida es IDEAL. Esta pensamiento es el que les mantiene atrapados y les confunde.
Porque una vida «ideal», por definición, es algo que no admite mejoras, y por tanto no sería lógico plantearse un cambio, mientras que una vida cómoda es algo que sí podemos cuestionar.
Es decir, que si algo en nuestra vida es PERFECTO lo que buscaremos será mantenerlo en el tiempo lo máximo posible (¡es perfecto, es imposible que sea mejor!). Sin embargo, es admisible que algo pueda ser cómodo y a la vez acarrear ciertos inconvenientes. Y sobre esto sí podemos pararnos a pensar. Hacer un balance. Pensar en qué ganamos y qué perdemos manteniendo esa vida cómoda. Y a partir de ahí tomar decisiones más conscientes y más realistas.
Por cierto, yo no digo en absoluto que llevar una vida cómoda sea algo malo. La comodidad y la seguridad son cosas favorables, las necesitamos. Pero existe una delgada línea roja entre la comodidad y el estancamiento. Y además, vale la pena pensar, en cada caso, qué estamos obteniendo con nuestra vida estable y a qué estamos renunciando.
Carlos obtenía de su vida de yuppie dinero, reconocimiento social y profesional, adrenalina y seguramente bastante diversión, pero también estrés y vacío. Cuando probó una experiencia diferente se dio cuenta de que en el fondo le gustaba una vida más auténtica, más sosegada, más artesanal.
Marisa vivía una vida segura, armoniosa, y en concordancia con los valores familiares y los de su entorno cercano. Pero a la vez, se sentía limitada, encerrada en su pequeño mundo conocido, y aunque no era muy consciente de eso, añoraba tener algo más de ambición, de prestigio social, de dinero y de aventura.
Emma, por su parte, vivía todo aquéllo que Marisa secretamente anhelaba con vivir. Sin embargo, esa vida libre, bohemia y algo superficial le impedía obtener un poco de estabilidad sentimental, de arraigo y de armonía, que tanto le atraían de su prima.
Roberto, nuestro último protagonista, disponía de una casa confortable, una buena posición social y absoluta estabilidad laboral. Sin embargo, a lo largo de su vida había estado pagando un alto precio del que no era consciente: no había podido elegir, estaba siguiendo simplemente el camino marcado, estaba atado a un trabajo del que le daba un miedo terrible salir porque nunca había hecho otra cosa, y en el que además estaba involucrada su propia familia.
¿Qué sería mejor en cada caso: que los personajes hagan un cambio, o que mantengan su vida cómoda? ¿Hay una decisión mejor que otra? En mi opinión, cualquier decisión es buena y válida si se toma después de haber hecho una exploración valiente de las circunstancias reales, de lo que se gana y se pierde en cada caso.
Mirar con más objetividad nuestras circunstancias, reconocer cuándo estamos anteponiendo la comodidad a otros valores, es útil por sí mismo. Como dice el refrán, llamemos «al pan, pan, y al vino, vino». Es más cómodo vivir en casa de los padres con treinta años que salir por ahí «a trabajar de cualquier cosa» y gastarse todo el dinero en alquiler (sin poder ahorrar nada), pero eso no significa que esta opción sea la ideal, o la mejor. Simplemente es la más confortable y fácil.
Así que para terminar, ahí va mi frase-resumen:
Elegir la opción cómoda no tiene por qué ser malo, podemos hacerlo si nos apetece, y estará bien, ¡claro que sí!. Pero entonces, tan sólo, no la disfracemos de «vida ideal» o de «vida soñada» porque esto es una cosa bien diferente.
¿Y tú? ¿Te sientes identificad@ con alguna de estas historias? ¿Te has decantado alguna vez por la comodidad, en vez de por una vida más auténtica? ¿Eres consciente de lo que ganas y pierdes cuando te enfrentas a diferentes decisiones?
Cuéntamelo en los comentarios ¡me encantará leerte!
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: «I think I’ll start a new life» Noukka Signe via photopin cc
Imagen 2: «shooting the shooter» Loca Luna / Anna Gay via photopin cc
7 Comentarios
Es muy difícil discernir dónde está la felicidad, pues, en el fondo, de eso se trata. Por mi experiencia, he saltado de vidas cómodas a vidas ideales, y al cabo de un tiempo, esa vida ideal se ha convertido en «incómoda», en el peor sentido de la palabra. Atreverse a salir de la zona de confort no garantiza que vayas a toparte con El Dorado. Puede ser otra trampa. La vida es como el parchís, te arriesgas, sales, te puede ir bien, te puede ir mal. Creo que uno no debe tomar decisiones basándose en los posibles resultados: ni grandes esperanzas ni temores infundados. En realidad, lo de menos es lo que sucederá a continuación.
Uno va cambiando a medida que transita por la vida, creo que ese es el aprendizaje final que hemos de aceptar: cada momento es idóneo, cada instante es precioso, cada vivencia es única. A veces te gusta más lo que haces, otras veces te desesperas, pero es lo que vas a encontrar; en una vida hay de todo. En todos esos cambios y edades, solo hay una constante: tu propia esencia, quien tú eres, con independencia de las circunstancias. Para mí eso es Vivir, con mayúsculas: resonar con la vida, tanto si limpias coches como si vistes de Gucci; tanto cuando te sientes valorado y reconocido, como cuando piensas que tu vida es un fracaso; cuando tu vida está llena de aventuras o cuando tu vida transcurre lenta y aburrida. A veces el sentido de una vida se encuentra en las circunstancias más insospechadas, pero siempre en un mismo lugar: dentro de ti mismo.
Hola Valeria,
Yo también creo que salir de «la zona de confort» (término que he evitado utilizar ADREDE) no garantiza nada. Simplemente, que es necesario observar nuestra vida TAL CUAL ES, sin llamar ideal a lo que más bien pueda ser cómodo, y entendiendo que seguir el camino confortable está bien, pero que no es más que eso, confortable.
Me encanta esa reflexión que haces de aprovechar cada instante, cada momento, atesorarlo como el verdadero tesoro que es. Hay mucho que escribir, hablar, divagar sobre esto, así que lo dejo como futura idea para artículos.
Muchas gracias por comentar y por compartir tus valiosas ideas. Un abrazo!
Buenos días, estoy leyendo este artículo justo un domingo por la mañana después de pasar un sábado noche con amigas y conversar de lo humano y lo divino; de sus vidas, de las vidas de conocidos, de si me voy a vivir sola, de si busco trabajo en otra ciudad, de si qué bien que estoy ahora con esta pareja y qué mal estaba con la otra,… Vida cómoda o vida ideal, sería tan difícil definirse uno mismo en una u otra, porque yo creo que nos movemos en ambas como dice Valeria, la felicidad y la tristeza vienen de las dos en mi opinión. Gran trabajo Amparo, a ver con qué nos sorprendes la semana que viene. Un saludo a todos!
Muchas gracias por tus palabras Anto, y me alegra mucho verte de nuevo por aquí!
Desde luego los sábados noche con amigas son una ocasión estupenda para conversar «de lo divino y de lo humano»; si la conversación es sincera y auténtica, son casi como «sesiones de terapia grupal». Yo lo sé porque tengo ese tipo de conversaciones con amigas a menudo, y para mí son verdaderas fuentes de conocimiento e inspiración 😉
Yo sólo llamaría «vida ideal» a la que va más en concordancia con nuestros valores, nuestros deseos escondidos (o reprimidos) y en la que somos conscientes del precio que estamos pagando, o de los inconvenientes que tenemos, pero que a pesar de ellos, elegimos. Con las historias he jugado con la definición de «vida ideal» que damos de forma superficial, siguiendo el surco marcado por la opinión predominante (el mundo empresarial para Carlos, la vida familiar para Marisa, etc.) pero que tiene graves costes para cada una de las personas que la sufren, por muy «ideal» que parezca.
Amparo, me há gustado mucho tu artículo y también los comentários de el. El indagarse profunda y sinceramente, me parece la única forma de ser mas conscientes y de allí tomar decisiones que nos aproximen a uma vida mas ideal, lo cual no significa que sea ni mas confortable ni inmutable en el tiempo, solo que esse movimento mueve todos nuestros miedos, toda nuestra sombra!
Me gustan mucho tus propuestas en los artículos!
Me ha gustado mucho eso de «existe una delgada línea entre la comodidad y el estancamiento». Y en respuesta a las preguntas que planteas, creo que casi todos podemos sentirnos identificados en alguna parte de esas historias, que la mayoría de las veces que decidimos vamos por lo cómodo (o lo seguro, como otros puedan llamarlo) porque sobre todo ahora con la crisis tenemos muy arraigado el «con la que está cayendo confórmate con lo que tienes» y que muchas veces somos conscientes de lo que hemos ganado o perdido cuando los demás te lo recalcan o cuando anhelas la vida de otros.
Gracias por tus posts, remueven a los demás de sus zonas de confort, un beso!
Buen día a todos, pienso que solo debemos hacer las cosas a su debido tiempo aunque aveces no tenemos opción, en mi caso mi familia (hermanos y madre) paso por una crisis financiera durisima, cada quien tuvo que hacer su vida así como fuimos creciendo, les puedo decir que ninguno de nosotros de 5 hermanos, logro elegir una vida cómoda o ideal, la esperanza de formar una familia feliz de forma apresurada nos llevo a no tener la opción de elegir, en mi caso, quise pasar de tener una vida cómoda a una vida ideal y lo único que logre fue destruir mi familia (mi esposa me dejo junto con mi hijita de 4 años), tal vez el antecedente de necesidades me llevo a un estrés y abandono extremo a mi familia, y si, logre comprar una casa un auto nuevo vestir bien a mi familia, pero el precio fue caro, así que lo único que puedo aconsejarles es que, si quieren cambiar su tipo de vida háganlo pueden hacerlo pero con mucha precaución.