La conducta humana no es arbitraria ni irracional. Se rige por una lógica, a veces bastante retorcida, que tiende a buscar nuestro bienestar.
Cuando nos resulta muy difícil cambiar un comportamiento o una mentalidad que, en apariencia nos hace daño, es porque este comportamiento o mentalidad tiene importantes beneficios en nuestra vida.
Por ejemplo, quizás queremos (e incluso necesitamos) ir al gimnasio o a clases de inglés, o un curso de programación, o lo que sea. Sin embargo, nos encontramos posponiendo este objetivo una y otra vez, haciendo la matrícula en tal gimnasio o tal academia para luego desistir a los tres días.
¿Qué sucede? ¿Acaso no queremos cambiar?
Sí, sí queremos, en parte… Pero por otro lado, hemos de reconocer que nuestra antigua conducta nos trae ciertas ventajas que sabotean nuestros intentos de cambiar. Y en el caso del ejemplo (no asistir al gimnasio o a clases) la ventaja podría ser la comodidad y el descanso. Trabajar ocho horas, encima bajo presión, puede resultar tan agotador que nuestro cuerpo diga «basta» y responda con una conducta de cansancio o pereza. Si este es el caso, no vale la pena seguir criticándonos por nuestra pereza o falta de disciplina sino:
a) Reconocer este beneficio, porque la conducta de postergar responde a unos motivos lícitos
b) replantearnos de qué forma nos podemos otorgar algún «premio» o compensación por otro lado. Ya que vamos a privarnos de un beneficio (el descanso) lo justo es compensar con otra cosa que nos guste o necesitemos.
En otros casos, los beneficios de no cambiar un comportamiento están relacionados con el miedo. Por ejemplo, la conducta perfeccionista (ese «no voy a entregar este trabajo hasta que no esté PERFECTO«) es una manera muy inteligente de evitar el fracaso o la crítica de los demás. Además, es mejor pensar que somos demasiado exigentes y queremos hacer todo muy bien a admitir que estamos llenos de miedo, que nos aterra la posibilidad de las críticas negativas.
Sugerencia de acción
Cuando notemos una resistencia exagerada a la hora de ejecutar algo que nos habíamos propuesto (el tipo «quiero pero no puedo») vale la pena hacerse dos preguntas. La primera:
¿Qué gano si NO lo hago?
Esta pregunta permitirá identificar qué beneficios ocultos tiene nuestra conducta evitativa actual, los cuales pueden ser: descanso, tiempo para mí mismo, comodidad, seguridad, evitar el fracaso, miedo a la crítica, encubrir un dolor profundo, etc.
Y la segunda pregunta va encaminada hacia lo que podemos hacer para compensar esa «pérdida» o incomodidad que viene asociada con la situación de cambio. Dice así:
¿De qué otra forma puedo conseguir ese beneficio oculto (descanso, comodidad, seguridad, etc.) sin tener que renunciar a hacer lo que quiero?
Sólo cuando hemos contestado con sinceridad a la pregunta dos, y hemos incorporado esas nuevas compensaciones a nuestra vida, nuestra sabia mente nos dejará avanzar con suavidad y sin obstáculos.
Créditos de la imagen: Stencil