Seguramente somos personas que, con mayor o menor autodisciplina, nos ponemos objetivos diarios y los vamos cumpliendo: acabar un informe del trabajo, ir al gimnasio dos veces por semana, terminar un libro pendiente, planchar toda la ropa, etc. Pero hay otro tipo de metas frente a las cuales son sentimos paralizados, tareas tan inmensas y tan a largo plazo que no sabemos ni por dónde empezar.

Por poner algunos ejemplos, podríamos considerar grandes metas las siguientes:

  • Hacer un cambio radical de trabajo y de lugar de residencia
  • Convertirnos en un cantante, escritor, chef, empresario, investigador o terapeuta de éxito
  • Planificar un negocio rentable a partir de una idea difusa que tenemos en la cabeza
  • Construir la casa de nuestros sueños en medio de un bosque
  • Pasar de ser una persona tranquila y con un círculo social limitado a ser alguien sociable y y carismático
  • Escribir un libro, una tesis doctoral o rodar una película

 

Todas estas metas son ilusionantes, retadoras, nos hacen saltar de emoción y soñar con una vida mejor pero… son tan grandes… tan complejas… que NOS PARALIZAN. Porque el camino es largo y hay tanto por hacer que uno se pregunta «¿ y por dónde empiezo?» «¿Y qué hago para no perder la motivación y resistir los pequeños fracasos que sin duda vendrán durante el trayecto?»

Precisamente en este artículo quiero darte dos claves básicas para abordar las grandes metas sin sucumbir en el intento. En esta ocasión voy a dejar a un lado todo lo referente al tema de los miedos, como el miedo al fracaso (porque si no este artículo no tendría fin) y me voy a centrar exclusivamente en la parte estratégica.

Sígueme que empezamos: ¿cómo hacer para no sentirse paralizado por una meta demasiado amplia y a largo plazo?

 

Paso 1:  Divide ese objetivo grande en objetivos más pequeños

Cuando viene a tu mente uno de estos sueños grandiosos casi seguro que lo primero que piensas es: «No puedo hacerlo, es muy difícil», o cosas similares a esta:

  • No puedo hacer un cambio tan radical, me falta valentía
  • No puedo llegar a ser famoso si no tengo contactos.
  • No puedo tener un negocio de éxito si no tengo experiencia.
  • No puedo irme a trabajar al extranjero, aunque me gustaría, porque el inglés siempre se me ha dado fatal.

 

Quizás en este punto esperes que te diga alguna frase inspiradora como «No tengas esos pensamientos negativos, los límites están dentro de tu cabeza, claro que puedes» pero no lo voy a hacer. Si me sigues desde hace tiempo sabrás mi opinión de que las frases inspiradoras sirven para muy poco, y además es que hay una parte de este discurso de «no puedo, es muy complicado» que tiene toda la razón. 

Es verdad que no puedes alcanzar esa meta ambiciosa de un solo paso, ahora, a no ser que contaras con la ayuda de alguien extraordinario o tuvieras un golpe de suerte. Estas grandes tareas si las miramos como si se tratara de un único escalón (pasar de la situación A a la situación B en una zancada) son inabarcables, dificilísimas. Marean a cualquiera.

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Ninguna estrella de rock ha salido una mañana de su casa y por la tarde ha regresado con un contrato millonario, ni ninguna persona asustadiza e introvertida se ha convertido en «el alma de la fiesta» de la noche a la mañana. Estos objetivos ambiciosos son casi imposibles si nos planteamos alcanzarlos de una vez.

Sin embargo, hay una vía por la que muchas personas, en tu misma situación y con tus capacidades, consiguen metas extraordinarias y no tiene que ver con ninguna cualidad especial ni ningún talento secreto. El gran truco consiste en lo siguiente:

En dividir.

 

Dividir, partir, estructurar cada uno de esos enoooorrrmes objetivos en tareas lo suficientemente pequeñas y fáciles como para que no nos agobien. Es decir, partir ese «sueño inalcanzable» en un listado de tareas, largo y ordenado, que sí sean alcanzables, y que sí podamos y sepamos hacer en nuestras circunstancias actuales.

De hecho, cualquier sistema de educación superior se basa en esto: en una división y planificación de todos los contenidos en un plazo largo de tiempo.

Por ejemplo, un título universitario se rige por plan de estudios dividido en asignaturas que se cursarán en un orden y en un tiempo determinados. Un estudiante lo único que tiene que hacer es estudiar e ir aprobando un examen tras otro, así durante varios años. Si en vez de existir este plan de estudios tan organizado uno llegara a la escuela de Derecho y le dijeran: «Tienes 5 años para aprender toda la historia y la práctica de las leyes en este país», es probable que dejara la universidad al día siguiente, abrumado por la enormidad de la tarea.

Por el contrario, no resulta complicado terminar una carrera universitaria cuando el camino consiste en ir superando pequeñas pruebas: un examen tras otro, una asignatura tras otra, un curso tras otro, así hasta el final.

Puedes aplicar este ejemplo de la educación reglada a tu propia vida y dividir ese objetivo grandioso con el que sueñas en etapas de un año, como si fueran cursos escolares. ¿Qué tendrías que alcanzar el primer año? ¿Y el segundo? ¿Y el quinto?

Luego puedes dividir cada una de esas etapas anuales en diversas actividades, como si fueran asignaturas. Y una vez que lo tengas, ve superando estas actividades (asignaturas) de una en una, sin agobiarte, sin mezclar actividades de cursos superiores.

Esto, que muy pocas personas harán por pereza o falta de costumbre, es lo que podríamos llamar hacer un plan de vida. Ojalá nos hubieran enseñado a planificar así cuando éramos pequeños, porque este es uno de los secretos del éxito personal y profesional.

Cualquier meta grandiosa a medio o largo plazo se puede conseguir creando un plan estructurado y fácil de seguir. Como dije en el artículo de la semana pasada, los grandes logros no son cuestión de sacrificio, sino de perseverancia, buena planificación y comprender el origen de las dificultades para solucionarlas desde ahí.

Todas los grandes objetivos pueden dividirse en sub-objetivos, y éstos en tareas y subtareas, cada vez más fáciles y más pequeñas. Y si alguien se pregunta: ¿hasta qué punto hay que dividir? la respuesta sería: «hasta el nivel en que esa acción no te dé (mucho) miedo y te veas capaz de finalizarla con tus recursos actuales».

 

Dividir una meta a largo plazo en metas más pequeñas
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Paso 2: No te olvides de degustar los pequeños triunfos

La segunda clave para que la motivación y el impulso no se apaguen en objetivos ambiciosos y a largo plazo es esta: disfrutar y celebrar los pequeños triunfos.

Nadie puede estar dos años esperando una recompensa final (eso no es vida…) hay que saborear también las mieles de los pequeños éxitos. Por ello, una vez que hayas dividido tu gran meta en etapas, registra y celebra el final de cada una de ellas. Exactamente igual que cuando estábamos en la universidad: un estudiante no sólo se va de fiesta cuando se gradúa, sino también al final de cada curso, de cada examen, de cada trabajo superado (bueno, algun@s nos íbamos de fiesta bastante más a menudo que después de exámenes, pero esto no se puede contar ;-).

Por otro lado, para mantener el entusiasmo en metas a largo plazo es esencial no mirar tanto a lo que nos falta por llegar, que suele ser mucho, sino a todo lo que hemos conseguido. Tenemos que ser muy conscientes de cuáles son nuestros avances (todos esos pequeños retos que hemos superado y finalizado) para mantener viva la llama de la ilusión. Así que recuerda:

En objetivos a largo plazo, no midas tus progresos con respecto a la distancia al punto donde quieres llegar (que suele ser bastante lejano) sino con respecto al punto de partida

Y cada vez que logres uno de estos hitos, reconócelo y celébralo como se merece.

 

Y ahora es turno, el momento de pensar un poco:

¿Te has sentido alguna vez angustiad@ ante uno de estos proyectos a largo plazo, paralizad@ sin saber por dónde empezar?

¿Has probado a dividir las tareas más grandes en tareas más pequeñas cada vez, hasta que sean asumibles?

¿Disfrutas cada parte del camino o sólo «te parece correcto» celebrar la meta final?

 

Las grandes metas no son más que la suma de muchas pequeñas acciones que se pueden ir superando poco a poco. Acuérdate de los dos pasos básicos: 1) dividir y 2) celebrar cada pequeño paso, y no habrá objetivo ambicioso que se te resista.

 


Créditos de la imagen,

Imagen 1: Dreaming de Moyan Brenn, via Flickr Creative Commons

Imagen 2: De Humor animal

 

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10 Comentarios

  1. Buenas tardes a todos, leo este correo con algo de retraso, me he tomado un tiempo descansando y respirando aire fresco y me he olvidado de todos los artilugios tecnológicos y de internet! Como voy a comenzar dentro de poco una nueva etapa profesional pienso tener muy presente este artículo, es interesante; Dividir y premiarte durante el duro camino, me gusta Amparo, ya que lo más fácil es agobiarse y no intentarlo, además que todo tiene su dificultad, nada viene rodado, hay que trabajar. Gracias por seguir ahí, un saludo muy fuerte a todos, hasta la próxima!!

    • Amparo Millán Responde

      Gracias por comentar una vez más, Anto,

      Respecto a tu comentario, el otro día leí una frase en Internet que resume el artículo muy bien: «Si la gente pudiera ver que el cambio se produce como resultado de millones de pequeñas acciones que parecen totalmente insignificantes, entonces no dudarían en realizar esos pequeños actos».

      Dividir, ir paso a paso (aunque estos pasitos sean pequeñísimos), premiándonos durante el camino es el secreto de cualquier éxito, no hay otra fórmula mágica, no hay que poseer ningún talento especial. Sólo ser organizado, planificar y andar el camino. Un abrazo!

  2. Saludos, mi sueño es tener mi negocio propio, despues de fracasar al intentar alcanzarlo de la noche a la mañana, entiendo que hay que alcanzarlo dando el primer paso, dividiendo actividades y siendo perseverante.
    Yo olvide o pase por alto el de premiarme el avance del primer paso, esto hace que uno no se sienta motivado al contrario como que te desesperas como que estubieras retrocediendo.
    A lo cual agradezco publicamente el presente blog que nos permite alcanzar una guia de exito

    • Amparo Millán Responde

      Hola Jorge y muchas gracias por tu testimonio,
      Efectivamente, es MUY FÁCIL perder la motivación si no nos premiamos cada pequeño logro, cada pequeño paso. En el instituto o la universidad ya hacen por nosotros el dividir el gran objetivo (graduado) en asignaturas, y todos nos sentimos contentos cuando aprobamos cada una de ellas. En un negocio personal deberíamos hacer lo mismo: agradecernos cada nuevo cliente, cada vez que alcanzo x ingresos, cada vez que logro visibilidad en un medio digital o convencional.
      Ánimo con ese sueño de negocio y aplica todo lo que has aprendido de tus «fracasos» anteriores (que dejarán de ser fracasos si aprendes de ellos). Un abrazo!

  3. Hola! Solo quería resaltar que el ejemplo del plan de estudios es muy muy bueno, y también varía de universidad o país, de profesores y recursos lo que hace mejores graduados, esto también influenciaria en la calidad de los resultados de nuestras metas!

    • Amparo Millán Responde

      Hola Jorge,
      Sí, por supuesto, un BUEN plan de estudios (o lo que sería equivalente: una buena división de nuestra meta en tareas significativas pero abordables) influenciaría nuestros resultados 🙂
      Por eso a veces resulta muy aconsejable contar con un coach, amigo o asesor que nos ayude a definir qué es exactamente lo que queremos, cómo podemos llegar ahí (qué pasos intermedios hay que dar, en detalle), cuáles son nuestros recursos, cuáles nuestras limitaciones, qué podemos hacer para solventar esas limitaciones y cómo mantener la motivación en todo momento. Esas serían para mí las variables básicas a la hora de hacer un plan de acción a largo plazo, espero que te ayude, un abrazo.

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