Admitámoslo: trabajar mucho y ser un poco adictos al trabajo tiene buena prensa.

Cuando decimos que «no paramos de trabajar», que no tenemos tiempo para un café con un amigo («sorry, estoy tannn liad@», tengo mil cosas que hacer) que nuestra agenda no tiene ni un minuto libre, nos enorgullecemos en secreto.

Ser adictos al trabajo es una cosa, cómo díriamos, con cierto glamour. Nos hace parecer personas interesantes, con mucho recorrido, sin temor al esfuerzo y al sacrificio. Esa frase de «la pereza es la madre de todos los vicios» nos la inculcaron a fuego… Así que hacemos todo lo posible para alejarnos de ella.

Por otro lado, hay personas que trabajan mucho, pero es que además consiguen mucho. Van recolectando un éxito detrás de otro, escalando puestos, deslumbrando cada día más en su profesión, son «los leones de la manada» de los lugares donde trabajan, admirados y odiados por igual, una sensación que en cierta manera engancha… porque les lleva a sentirse poderosos, invencibles.

Es cierto que el estrés acaba pasando factura y que cuando nos cansamos de hacer este papel de personas híper-ocupadas lo pagamos caro: insomnio, no poder desconectar del trabajo, molestias intestinales, lesiones musculares…. Sin embargo, ahí seguimos. Enganchados nuestro ritmo de vida frenético como si no hubiera otra opción.

¿Y es que no la hay… o acaso no queremos tomarla? ¿Será posible que, aunque decimos que «deberíamos desconectar» (porque nuestra pareja va a pedir el divorcio, entre otras cosas) en el fondo no queremos, necesitamos estar enganchados al trabajo?

 

Una mirada amplia a las adicciones

Siempre que mantenemos algún comportamiento, lo hacemos porque es beneficioso en algún punto. En los adictos a las drogas convencionales (digamos cocaína, heroína, alcohol, Internet, etc.) el beneficio es obvio: un espacio de evasión y de placer que no existe en la vida cotidiana.

Un aspecto lógico que no sale reflejado en las campañas anti-droga es que las personas felices (felices de verdad, por favor, no APARENTEMENTE felices) no se enganchan a ninguna sustancia, incluso aunque la consuman esporádicamente. Porque no lo necesitan. El único factor que previene 100% la drogadicción es llevar una vida tan rica y apasionante que consumir droga no tenga ningún sentido, más allá de una experiencia que se hace «por probar».

Ahora bien, las personas que sufren una carencia tal que les quema en las entrañas, que están desesperadas y que no encuentran soluciones en su entorno inmediato, necesitan de un remedio para no sentir tanto dolor. Ahí entran las drogas. El organismo, al final, es inteligente y busca el bienestar de todas las maneras posibles (aunque no sean adecuadas).

Hace tiempo que vi esta charla TED sobre las adicciones que me dejó boquiabierta, y viene diciendo esto mismo: lo que verdaderamente causa la adicción no es la sustancia química que consume el drogadicto, sino un estilo de vida carente de placer y lleno de soledad, penalidades, tristeza y dolor. Merece mucho la pena ver esta charla, porque habla de experimentos muy interesantes que se hicieron con ratas («The park rat experiment«, lo tienes en cómic aquí), de la lucha antidrogas que no sirve (y la que sirve) y además finaliza con una emotiva experiencia del conferenciante.

Lo que nos viene a decir, y no sólo esta charla sino otros autores como Gabor Maté o Laura Gutman, es que uno se hace adicto cuando la realidad es tan dura, y la soledad tan grande, que hay que consumir algo para que ese malestar desaparezca, aunque sea por unos minutos y aunque sea a costa de pagar precios altísimos.

Por tanto, una adicción no se «cura» realmente con fuerza de voluntad. Si el mundo exterior sigue siendo monótono, angustioso, cargado de sufrimiento, siempre vamos a acudir a alguna droga con tal de no sentir ese dolor o ese vacío existencial.

 

Volviendo a la adicción al trabajo

¿Qué GANAMOS estando taaaaan ocupados? Pues no tener tiempo para ver cómo es en realidad nuestra vida y no tener espacio para conectar con nosotros, por miedo a lo que podamos encontrar. La adicción al trabajo es una manera útil de olvidar que, quizás, nuestra vida es deprimente, vacía, repetitiva o directamente un infierno.

No puedo evitar pensar en esos ejecutivos agobiados que tienen una relación fría e interesada con una esposa superficial, que tienen hijos a los que prácticamente no conocen y con los que no sabrían de qué hablar o que no tienen amigos, ni aficiones, ni ningún interés que les haga saltar de emoción. No me extraña nada que se refugien en el trabajo, algo que por lo menos les entretiene… Es eso o enfrentarse al absurdo en que se ha convertido su vida. Al final, la adicción es un remedio inteligente para no caer en la desesperación absoluta y seguir sobreviviendo.

Por tanto, cuando vivimos sin tiempo para respirar… dejemos aparte las excusas y preguntémonos:

¿De qué estamos huyendo?

Ésa es la única pregunta que merece la pena contestar.

 

Cómo salir de la adicción al trabajo
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¿Adicto/a al trabajo? ¿Qué puedes hacer?

El trabajo es una parte importante de la vida. Es una de las «patas» de esa mesa que sostiene nuestra existencia. Pero no lo es todo. Si nuestro trabajo va bien, pero el resto de nuestra vida va cuesta abajo, la mesa se acabará hundiendo. ¿Qué puedes hacer si actualmente piensas el 95% del tiempo en tu trabajo? Aquí van unas cuantas sugerencias:

– Pregúntate si tienes buenos amigos o personas interesantes disponibles. Una buena conversación, intelectual, distendida, sincera, profunda o desternillante, del tipo que cada uno prefiera, es uno de los mayores placeres de la vida. Si no tienes a nadie con quien puedas hablar de esta manera, búscalo, o mejor aún: conviértete tú en una persona con dotes excepcionales de conversación para los demás.

– Encuentra esas pasiones, nada relacionadas con el trabajo, a las que dedicarles tiempo. ¿Cuál es la tuya: la naturaleza, las novelas de misterio, la geología, cantar, el baile, el teatro, visitar yacimientos arqueológicos? ¡Dale tiempo y espacio en tu vida!

– Cuida las relaciones con las personas que te rodean. Entrégate a tu pareja, tus hijos, tus amigos, tus familiares, tus amigos, tu vecindario, tu grupo de seguidores. Pocas cosas aportan más satisfacción que las relaciones humanas de calidad.

– Vive experiencias nuevas, por extravagantes que sean. Viaja. Lee. Pasea. Encuentra los tesoros escondidos de tu ciudad. Atrévete a hacer algo diferente y la próxima vez que te propongan un plan descabellado, no digas que no: di que sí.

– Destina momentos para reflexionar sobre ti, sobre la vida y sus misterios, o simplemente para contemplar la naturaleza. Es fácil sentirse insatisfecho si estamos solamente viviendo en el «mundo pequeño», en las obligaciones cotidianas, apagando fuegos. Las personas necesitamos trascendencia, rituales, sentido de lo sagrado. Haz un hueco en tu agendaexclusivamente para esto.

 

En definitiva, la adicción al trabajo no es algo que hay que «curar» a través de imponerse períodos de desconexión. Es sólo un síntoma que indica que a) estamos huyendo de algo doloroso o de un vacío existencial que nos quema y b) que hemos descuidado otros aspectos de la vida donde nos sentimos menos «triunfadores».

De ti depende el vivir una vida más plena, más rica y variada, o el seguir refugiándote en el trabajo porque es en el único sitio que te sientes bien.

¿Qué eliges?

 


Créditos de la imagen: GetStencil

 

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6 Comentarios

  1. María Paulina Responde

    ¡Hola Amparo!

    Este artículo, como todos los tuyos, va al grano y llega al fondo del tema, que es a donde realmente deben llegar si realmente se quiere entender un asunto y solucionarlo.

    Muy bueno. Es una invitación a parar y recapacitar por un momento, y a tomar las medidas necesarias para mejorar nuestra vida, y de paso la de los demás.

    Saludos.

    • Amparo Millán Responde

      ¡Hola Paulina!
      Muchas gracias por tu comentario, tengo que decir que has expresado con total exactitud lo que yo pretendo en cada artículo: ir al fondo del tema, a la raíz, y desde ahí, comprometernos a implementar pequeños cambios para mejorar nuestra vida. Así que me ha alegrado mucho leerlo 🙂

      Sí, desde luego que en medio de esta locura de rapidez y «hacer, hacer y hacer cada vez más» en que vivimos, hacer una pausa para entrar en contacto con nosotros mismos y cuestionar lo que se nos dice que es correcto, es casi un asunto de supervivencia. De no hacerlo así, el remolino nos engullirá y ahí sí que perdemos el norte, el sentido de la vida, la capacidad de disfrute y también a las personas maravillosas que están a nuestro lado. Me atrevo a decir que parar y reflexionar no es una mera sugerencia, es obligatorio… es eso o la muerte en vida.

      Un fuerte abrazo Paulina!

  2. Amparo,
    Este es un muy interesante tema, tristemente muy comun.
    Aun cuando hay mucho por decir quisiera solo añadir de mi experiencia, que muchas veces la persona adicta al trabajo obliga a su entorno a vivir bajo la misma adiccion. Describes muy bien al ejecutivo tipico en esta situacion y pienso en aquel Jefe que envia permanente mensaje «sino te quedas hasta tarde en la oficina, no estas comprometido». «no creceras en esta empresa, sino estas permanentemente disponible», «si quiere exito, sacrifica tu vida personal». Cuanta torpeza en esas afirmaciones.
    Toca a cada uno asumir su vida, es una sola, asi que decidir vivir no tiene porque ser tan dificil.
    Buenisimo articulo, me permitio recordar y reafirmar mi compromiso para con mi felicidad, mi familia y mi vida plena.
    Que estes bien,

    Marilu

    • Amparo Millán Responde

      Hola Marilu,
      Tienes toda la razón: la persona adicta al trabajo no sólo se obliga a sí misma a trabajar sin descanso (que bueno, cada uno verá, cada uno es dueño de su vida) sino que ¡obliga a sus trabajadores a hacer lo mismo y entrar en esa rueda! La verdad, qué desgracia… Porque encima las personas más torpes en habilidades sociales, más agobiadas, estresadas, más adictas al triunfo en su peor versión, son las que dirigen muchas empresas… así que para el trabajador «medio» se le hace difícil conciliar su vida personal con el ascenso en el trabajo.
      Muchas gracias por tu aporte porque se me había pasado esta consideración de cómo los adictos al trabajo impactan negativamente en su entorno (y seguro que, en su inconsciencia ¡todavía creen que son ellos los que tienen la razón y saben cómo hacer las cosas!). La realidad es peor que lo que he escrito aquí, pues…
      No puedo dejar de felicitarte por ese compromiso que tienes, y que reafirmas cada día, con respecto a tu familia y a tu vida plena. Sigue por ahí Marilu, que ningún ejecutivo infeliz y adicto al trabajo te arrebate tu felicidad, tu propia manera de considerar al trabajo como una parte de la vida, no la única parte.
      Un abrazo y gracias!
      Amparo.

  3. Hola!,
    Aunque ya había leído este artículo tuyo, hoy me siento inspirada a comentarlo desde mi punto de vista (teniendo en cuenta que es 15 de agosto, y estoy de vacaciones…).
    Está claro que una adicción, de cualquier tipo que sea, no es buena, principalmente porque cualquier «algo o alguien» que sea capaz de controlarte, es malo. Los únicos que debemos controlar nuestra vida somos nosotros.
    Sin embargo, creo que en algún momento he sido adicta al trabajo y visto desde la distancia actual, la razón por la que estaba todo el día pendiente de la oficina, eran los éxitos que me reportaba. Cuanto más me pendiente estaba que no dejaba que se me pasara ni un detalle en lo que hacía, mejor salían las cosas. Salía todo casi perfecto. Y gracias a eso, estoy donde he querido estar siempre (y ojo, es un puesto simplón en una empresa ajena, pero me siento reconocidísima por todos en mi empresa).
    Ahora, ya estoy más relajada a nivel profesional, y en cambio siento que las cosas salen, por supuesto, bien, pero no «tan bien» como salían cuando estaba pendiente en todo momento.
    No sé, quizá sea adicción a la perfección, lo cual, estoy segura de que tampoco es bueno…
    Un abrazo.

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