«Todos convivimos con la posibilidad de la muerte, pero para los moribundos se trata de una certeza. ¿Qué hacen con esa conciencia intensificada? Se arriesgan más, porque ya no tienen nada que perder«
Hace unas semanas fui a la biblioteca con la intención de buscar una buena novela de intriga (mis favoritas para desconectar del trabajo) pero al final salí de allí con un libro de Elisabeth Kübler Ross y David Kessler titulado «Lecciones de vida«. La frase anterior es de ese libro.
Reconozco que el título del libro me pareció pretencioso: ¿lecciones de vida? ¿qué persona se atreve a decir que posee los secretos de la existencia?
Si me decidí a llevármelo, a pesar de todo, fue porque conocía algo de la Dra. Kübler Ross, una eminencia en su campo y autora de otros libros bellísimos. Tal vez, pensé, con esa trayectoria tan impresionante la Dra. Ross sí pudo haberse acercado a los misterios de la vida, tanto como para resumirlos en un libro de 300 páginas.
Reconozco que soy bastante crítica con la literatura de autoayuda porque estoy cansada de que casi cualquier persona nos venda «la felicidad en 10 recetas» o «el método infalible para conseguir la vida que sueñas». Por eso un libro de desarrollo personal que lleve un título ostentoso queda automáticamente descartado para mí.
Así que tomé el ejemplar de «Lecciones de vida» con cierto recelo… pero después de sumergirme en la lectura, llorar antes de las 50 páginas y haber doblado como veinte esquinas porque contenían frases importantes, tuve que admitir que ni Kübler Ross ni Kessler se equivocaron en el título.
Este manual condensa historias y lecciones de vida que debían ser leídas por todo el mundo.
Y resume la experiencia de estas dos personas comprometidas que acompañaron a centenares de enfermos terminales al final de sus vidas y supieron transmitir la sabiduría fruto de esa experiencia.
En este artículo quiero compartir contigo algunas de las frases que más me marcaron, junto con mis reflexiones.
Ya escribí en otra ocasión que la muerte siempre ha sido un tema inspirador para mí, porque por paradójico que parezca, leer sobre el proceso de morir me hace revivir.
Tanto si es tu caso (y te interesa la muerte tanto como a mí) como si te produce «repelús» ahondar sobre estos temas, te invito a que revises conmigo cuatro citas de este libro maravilloso. Quizás cambie tu concepción sobre la vida ahora que todavía tienes tiempo para rectificar…. porque después ¡es demasiado tarde!
Vamos a ello.
Cita 1: Sobre dejar de tener miedo
«Los pacientes que están al borde de la muerte dicen que han descubierto una increíble felicidad al comprender que no hay nada que temer, nada que perder.
Es el miedo en sí lo que nos produce tanta desdicha en la vida, no las cosas que tememos. El miedo usa muchos disfraces: ira, protección, autosuficiencia.
Debemos convertir el miedo en sabiduría.
Estoy convencida de que si nos quedaran tres meses de vida nos daríamos cuenta de lo SOBREDIMENSIONADOS que están nuestros miedos.
¿Qué nos aterra hasta el punto de no actuar? ¿De verdad la opinión negativa de los demás es tan amenazadora? ¿De verdad un posible fracaso es algo horrible? ¿Sentimos que alguien nos va a castigar si obramos mal? ¿Creemos que porque se enfade nuestra pareja, algún amigo, algún familiar, se acaba el mundo?
El miedo irracional es el mayor obstáculo de casi todos nosotros. Es un miedo primitivo, instintivo, anclado en nuestros terrores infantiles.
La verdad es que de adultos hay muy pocas cosas a las que tengamos que temer justificadamente (a que nos maten, nos secuestren, las enfermedades graves, las catástrofes naturales, cosas de esta índole) pero sin embargo persisten en nosotros los mismos miedos de cuando fuimos niños.
De este modo, llegamos a sentirnos paralizados por cosas tan insólitas como la opinión de ciertas personas, quedarnos solos, que alguien me rechace, no superar una entrevista de trabajo o que mi libro no sea un superventas.
Es decir, nos parecen terroríficas ciertas circunstancias que ni de lejos amenazan nuestra integridad física o emocional.
El asunto de los miedos es complejo y se han escrito toneladas de páginas sobre ellos (yo he escrito sobre los miedos en este artículo y en este). A grosso modo, lo que yo te puedo decir hoy sobre el miedo es que:
- En la mayor parte de los casos, pertenece al niño o a la niña que fuiste, no al adulto que eres hoy. Sé que esto es algo que, si lo lees por primera vez, te parecerá raro o increíble pero te aseguro que es el aprendizaje más importante que he hecho en los últimos tres años: el miedo es infantil. Y si quieres dejar de tenerlo, entonces tienes que ser consciente de que hoy no hay nadie con el suficiente poder para lastimarte y que tienes recursos de sobra para sobreponerte a cualquiera de estos «temores comunes».
- El miedo «se supera» con mucha compasión. Enfadarte porque tienes miedo sólo estropea el problema. Compadecerte de ese pequeñín aterrorizado que vive dentro de ti sí es muy buena idea.
- No tenemos que esperar a que el miedo desaparezca. Debemos actuar A PESAR del él. No pasa nada: vayamos a esa entrevista de trabajo con miedo, hablemos en público con miedo, pidámosle una cita a esa chica que nos gusta aunque nos tiemblen las piernas. Si tienes miedo ¡hazlo con miedo! pero hazlo. - ¡Twitea esto!
- Siempre que puedas, rodéate de personas nutritivas y poderosas. A veces pedirle a alguien que te acompañe a un sitio al que te da pavor ir en soledad es la mejor solución, ¿por qué no? Si te da miedo ir sol@, ve acompañad@. También puedes encontrar formas productivas de trabajar con tus miedos en terapia, cosas que a ti nunca se te habrían ocurrido. Pide ayuda, busca personas poderosas, no te encierres en tu cascarón.
Volviendo a la frugalidad de la vida y la certeza de la muerte, y a la sensación de las personas moribundas de que, en realidad, hay poco que temer, mi pregunta es: ¿de verdad vas a dejar de hacer algo importante por miedo?
¿De verdad vas a esperar a que te quede un mes de vida para comprender que hay muy poco que perder, o que el miedo imaginario es muchísimo peor que lo que te puede suceder en realidad?
¿Vas a permitir que el miedo frene tus sueños? ¿De verdad quieres pasar el resto de tu preciosa vida aterrorizado por el fracaso, lo que otros piensen de ti o cosas que son muy improbables que sucedan?
La vida digna y vibrante es para los valientes. Y créeme, con paciencia, mimo y un constante trabajo personal se puede dejar de estar paralizad@ por miedos ridículos. La recompensa es enorme.
Cita 2: Sobre la importancia del dinero
A menudo nos aconsejan dedicarnos a lo que nos gusta y aseguran que el dinero será la consecuencia lógica. Eso es verdad algunas veces. Lo que siempre es verdad es que, si haces lo que te gusta, tendrás más sentido del valor de tu vida que si posees un Mercedes.
Me gustó mucho el realismo y la visión práctica con que los autores desarrollaron el tema del dinero.
La frase anterior es cierta: con frecuencia oímos que si seguimos nuestra verdadera vocación, el dinero fluirá en consecuencia. De hecho, yo tengo un libro de Marsha Sinetar en mi estantería (muy recomendable, por cierto) que se titula «Haz lo que amas y el dinero te seguirá«.
Pero… ¿hasta qué punto es cierto que nos haremos ricos siguiendo nuestras pasiones…? ¿De verdad dedicarnos a lo que nos gusta es garantía de éxito económico?
Aquí conviene distinguir entre lo que consideramos «ser ricos» y tener dinero para llevar una vida que merezca la pena. Como afirman Kübler-Ross y Kessler en algún momento de este capítulo del dinero, la riqueza (hablo de una riqueza por encima de lo normal) es una experiencia de vida interesante, pero no de vital importancia.
Concuerdo totalmente con esta visión. A mí me parece que llevar una vida desahogada y lujosa debe de ser muy divertido, curioso, entretenido. Al igual que lo es ser embajador y vivir en veinte países, recorrer el mundo en globo o tener un círculo de amigos repleto de intelectuales y gente interesante.
El lujo y la riqueza ostentosa es una experiencia que fascina a muchas personas y es perfectamente respetable. No caigamos en el puritanismo de condenar la riqueza y luego suspirar por ella. Sin embargo… esto no significa que este nivel económico sea imprescindible para llevar una buena vida. O una vida que consideremos abundante.
El concepto de abundancia tiene una importante carga subjetiva. Para una persona, trabajar en algo que les encanta desde su despacho cómodo y funcional es el súmmun de la abundancia, otros preferirán hacerlo a bordo de un yate o en una oficina grande y lujosa en el centro de alguna ciudad. Algunas personas se sienten ricas si pueden ir andando al trabajo, para otros la mejor experiencia es ir a bordo de un flamante deportivo.
No importa mucho cuáles sean las circunstancias exteriores de las que elijamos rodearnos pero una cosa sí es cierta: el valor percibido es mayor cuando interiormente estamos satisfechos. Esa es la auténtica lección del dinero.
Por eso, puede compensar ganar un salario menor si el trabajo se alinea con nuestros propósitos vitales. O tener una casa pequeña con una familia feliz en vez de una mansión en la que sus miembros apenas se hablan. Lo que no quita que pueda ser interesante tenerlo todo: un buen trabajo, armonizado con nuestros valores y una casa de ensueño donde vivimos felices con nuestros seres queridos.
Dicho de otra forma… «los vestidos más estupendos no sirven de nada si no hay ninguna fiesta a la que ir, pero si la hay ¡bienvenidos sean!»
Se puede llevar una vida plena siendo millonario y también con un sueldo medio. Lo importante es no perder de vista que el dinero importa (y la riqueza es una experiencia interesante) pero la satisfacción y el sentido del valor de nuestra vida dependen de muchas más cosas aparte del dinero. Lo primordial, siempre, es lo de dentro.
Cita 3: Sobre una vida «suficiente»
Cuando la vida es «suficiente» no necesitamos nada más. Qué grata sensación nos invade cuando nuestros días son suficientes. El mundo es suficiente. No solemos permitirnos esa sensación. Nos resulta extraña porque tendemos a vivir nuestra vida considerándola insuficiente.
Pero podemos cambiar esa percepción.
Decir que la vida es esto y no necesitamos nada más es una maravillosa afirmación de gracia y poder.
Si no necesitamos nada más, si no nos hace falta controlarlo todo, permitimos que la vida se despliegue.
Tengo que decir que vuelvo a leer esta frase y me recorre un escalofrío por todo el cuerpo. Qué grata sensación sería el sentir, la mayor parte del tiempo, que nuestra vida es suficientemente… lo que sea. Que está todo bien, que no necesitamos nada más.
Para mí, que soy una persona muy soñadora, con ganas siempre de expandirme e ir a más, plantearme decir «es suficiente, gracias, está todo bien» es todo un reto.
Me consta que no soy la única persona a la que le cuesta esta lección. Es raro en esta sociedad de consumo que creamos tener suficiente de algo. ¿Crees que tienes suficiente ropa? ¿Suficientes vídeojuegos? ¿Suficientes ahorros en el banco?
¿Crees que has viajado lo suficiente, has leído lo suficiente, has estudiado lo suficiente? ¿Crees que tu belleza, tu peso corporal, el estado de tu pelo es suficiente?
¿Alguna vez te has levantado y has pensado… «gracias infinitas, Dios (o universo, o energía creadora) porque todo es perfecto, no necesito nada más»?
Entiendo que el deseo de ser más, tener más y hacer más es fundamentalmente positivo. Las plantas crecen, los suelos se desarrollan, los animales se reproducen con el discurrir del tiempo.
Pero la naturaleza también entiende de paradas.
Los sistemas biológicos experimentan ciclos de latencia o pérdida. Hay un equilibrio dinámico que permite el crecimiento de los seres vivos pero sin sobrepasar un límite determinado (así que éste nunca puede ser infinito).
Los humanos, sin embargo, pretendemos un crecimiento económico siempre ascendente, una acumulación de conocimiento sin fin, una casa cada vez mayor, más capacidad en los ordenadores…
Nunca tenemos suficiente de nada, así que queremos cada vez más cosas y de forma más rápida. Con la tecnología es una auténtica locura pues no hemos acabado de acostumbrarnos a un nuevo dispositivo cuando es suplantado por otro con nuevos avances. Y lo peor es que estos cambios ocurren cada vez más deprisa…
¿De verdad esto no se va a volver desquiciante de un momento a otro?
Como el mundo no parece ir por esta vía del crecimiento sostenido, me parece que tendremos que tomar esa decisión cada uno de nosotros, de forma individual. Como personas conscientes, a veces tendremos que optar por parar y no querer nada más aunque la tendencia general sea «que cuanto más tengas, mejor» o «cambia ese aparato, que ya se ha quedado anticuado».
¿Te imaginas lo que sería decir…?
- No, gracias, por ahora no quiero otro título o máster universitario, estoy bien así.
- No gracias, no quiero más cosas, prefiero darle uso a las que ya tengo.
- No, gracias, no quiero «una vida mejor» porque la vida que tengo me parece perfecta.
Estoy segura de que muchas personas, justo antes de morir, se han dado cuenta de que todo eso que en su momento les parecía insuficiente o imperfecto era en realidad de una belleza perfecta.
Hace ya muchos meses que encontré este fragmento de un libro de Elena Rog (cuyo título desconozco) en el twitter de Alena de Intersexciones. Me conmovió tanto que tengo que compartirlo, porque explica este concepto de «darnos cuenta que todo era suficiente» mucho mejor de lo que pueda hacerlo yo:
Mi marido y yo estábamos sentados en una cafetería tomando un café.
Mi marido era joven y guapo, y yo lo amaba.
Yo llevaba puesto un abrigo que odiaba. Tenía muchos complejos y odiaba ese abrigo que no me daba calor y además me hacía fea.
La cafetería era de las baratas y el café tenía un mal sabor.
Aquel día yo soñaba con que un día beberíamos un buen café en un restaurante precioso y yo estaría vestida a la última. Mi marido, de mientras, me miraba y sus ojos brillaban. No entendía por qué yo estaba tan triste.
… El murió joven y yo sigo aquí.
A lo largo de mi vida he tenido muchos cafés caros y cafeterías bonitas y tengo un montón de abrigos preciosos.
Pero no lo tengo a él.
Recuerdo mucho aquel día en que yo lo tenía todo pero no era capaz de verlo.
Confieso que me emociona mucho transcribir estas líneas…
Cita 4: Sobre morir sin haber vivido
Cuando hemos vivido realmente nuestra vida, no queremos vivirla de nuevo. Es la vida que no hemos vivido la que lamentamos.
He escuchado a poca gente decir que la vida no se les ha hecho corta y que pueden morir en paz. Muy pocas personas tienen la bendición de decir que está bien lo que han vivido, que no volverían atrás.
Escuchamos muchas veces «la vida es corta». Pero, ¿y si en realidad no fuera corta?
¿Y si sólo se nos hace corta porque no la hemos vivido haciendo lo que soñábamos, lo que sabíamos que teníamos que hacer?
Tal vez quien tiene nostalgia de su juventud es porque no la vivió adecuadamente. Si consideramos que hemos hecho lo que nos tocaba en esos años (estudiar, hacer grandes amistades, soñar, leer novelas de aventuras, enamorarnos, emocionarnos con el arte, desvelarnos de madrugada, hacer locuras) no hay motivos para sentir que querríamos volver atrás.
Son las experiencias que no hemos vivido las que lamentamos. - ¡Twitea esto!Por eso mismo, la mejor forma de prevenir nostalgias y lamentos futuros es vivir realmente el hoy. Es hacernos la promesa cada día de construir recuerdos memorables. Debe de ser aterrador que llegue el momento de morir y en vez de paz y gratitud, experimentemos el sentimiento de no haber vivido realmente…
Por ello, tengamos fe, valor y ganas para construir HOY una historia que podamos recordar con pasión en el futuro.
Si sentimos que no llevamos las riendas de nuestra vida, cojámoslas de una vez. Hay muchas lecciones que aprender mientras sigamos viv@s, siempre que estemos dispuestos a salir de esa guarida donde nos mantienen nuestros miedos.
Cita final: la importancia de la vida teniendo como destino la muerte.
En nuestro corazón sabemos que nuestro destino es vivir intensamente, amar plenamente y tener grandes aventuras en la vida. Tal vez el sentimiento esté enterrado en lo más profundo de nosotros pero ahí está, esperando ser sacado por una acción o un acontecimiento, tal vez una palabra de alguien».
Elisabeth Kübler Ross y David Kessler
En lo más profundo de ti, se esconde ese deseo irrefrenable de vivir intensamente, amar con plenitud y crear grandes aventuras.
Si no lo reconoces es porque lo has enterrado bajo capas de miedos, mandatos obsoletos, rutinas y mediocridad. Si este artículo que lees ahora saca este sentimiento a la luz, entonces todo el tiempo empleado en escribirlo habrá merecido la pena.
Con todo mi corazón, deseo que hagas tuyas mis palabras y las de los autores, y te lances a vivir esa vida intensa y preciosa que te pertenece.
Es el momento de hacer grandes cosas. Es el momento de VIVIR de verdad.
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Créditos de la imagen: (1) GetStencil
(2) Starry night de Chris Gin via Flickr Creative Commons
13 Comentarios
Muy bueno, Amparo. Lleno de la sabiduría de EKR, a la que yo también admiro profundamente. Para mí su libro marcó un punto de inflexión en mi vida. Gracias por tus reflexiones.
EKR es maravillosa, a mí lo que más me gusta es que no va de «gurú» y es profundamente humana. Justamente en este libro ella admitía que todavía seguían vivos en ellas rencores del pasado y que por tanto aún tenía que aprender la lección de la ira… Y lo expresaba así, con humildad y naturalidad.
Un abrazo grande Mar!
Confieso que al leer el título del post casi, casi paso de él. No me gusta nada este tema. Pero ser tuyo ya deja en mí el poso de ¿cómo lo tratará? Y, como siempre, no me ha defraudado. Tocas un tema pero en realidad son varios que dan para pensar mucho, mucho, mucho.
Recuerdo una vez en un avión, había muchas turbulencias y nos comunicaron que en una hora íbamos a pasar por una tormenta… me hice hasta sangre en las palmas de las manos de miedo que tenía. Hasta que ya, muy cansada de la tensión, me dije: si se cae el avión ¿puedes hacer algo? no, me contesté, entonces ¿para qué seguir así? va a pasar lo que tenga que pasar y no está en tu mano. Puede parecer una tontería pero me tranquilicé automáticamente. Para cuando llegamos a la zona de tormenta ya se había despejado y lucía un cielo precioso.
Después pensé mucho sobre ello y llegué a la conclusión de que fue bueno pasar por esa situación porque aprendí a relativizar mucho y lo he aplicado muchas veces en mi vida.
No obstante, de todo lo que has hablado lo que más miedo me da es no saber disfrutar de lo que tengo. Tiene que ser una sensación horrible darse cuenta un día de que tenías todo y fuiste incapaz de apreciarlo, degustarlo y quererlo. Una buena representación de lo torpes que somos como humanos. Gracias por el artículo.
Belén, me alegro mucho de que al final hayas decidido probar a leer el artículo a pesar de tus reticencias. Yo entiendo que este tema no es agradable para todo el mundo pero ¡es tanto lo que podemos aprender de la muerte!
Maravillosa la experiencia que cuentas en el avión. Eso se llama SOLTAR. Aceptar. Decir «no está en mi mano, que sea lo que Dios quiera» y definitivamente, tendríamos que practicarlo más.
Respecto a no disfrutar lo que tenemos… sí, tienes razón, es un signo de torpeza y de no haber aprendido las lecciones de la vida. Ahora mismo pienso, por ejemplo, en cómo una chica de dieciséis años, que tiene toda la fuerza, el impulso y la belleza de la juventud, puede pasar sus meses amargada por tener un michelín de más, porque ha suspendido una asignatura (¡que a ver qué importancia tiene eso en una vida!) o porque no ha tenido tres novios como su amiga. ¡Y esto pasa! A mí, cuando veo fotos mías de hace siete u ocho años, con una piel más lisa y los ojos más luminosos, me sorprende que no me encontrara PRECIOSA y ENAMORADA DE LA VIDA en ese momento. Siempre mirando mis fallos, lo que no tenía, lo que me faltaba, con un miedo excesivo hacia el futuro… ¡Si luego todo acaba saliendo!
En fin, estas lecciones dolorosas a mí me sirven para reafirmarme en que no quiero que me vuelva a pasar, no quiero dentro de diez años, arrepentirme de no haber disfrutado hoy o haber visto mi vida perfecta hoy.
Espero que esto también te sirva a ti y por si no lo leíste, aquí está mi artículo con los 5 mejores hábitos (en mi opinión) para enamorarte de tu vida: http://estudioavellana.com/habitos-enamorarte-vida/
Un abrazo!
Genial el articulo. Como dice otra lectora hay muchisimo para pensar condensado en esas lineas. Confieso mi gran admiración por EKR. Su biografia «La rueda de la vida» fue para mi una fuente de inspiración. La verdad es que a mi me cuesta mucho andar sin miedo, disfrutando de lo que tengo. Cuando consigo hacer algo a pesar del miedo y veo que todo sale bien puenso «ves». Pero luego otro miedo viene y se instala. Es agotador.
Gracias. Como siempre tus articulos son pequeñas luces de guia.
Hola Judith, me alegro mucho que el artículo te haya parecido una «luz guía» 🙂
Los miedos… bueno, como digo es un punto difícil de trabajar. En mi opinión, no tendríamos que aspirar a vivir sin miedos (me parece que es imposible), sino simplemente no dejar que nos paralicen. Que lo que tengas que hacer lo hagas… a pesar de los miedos.
Fíjate, yo te sugeriría una cosa. Ya que el miedo parece algo persistente en tu vida (se van unos y vienen otros) te invitaría a bucear en ellos más que a esquivarlos. ¿Y si permites sentirte tan miedosa como sea posible? ¿Y si indagas, durante meses, para ver cuál es su origen? ¿Y si empiezas a registrar cuándo aparecen, después de hacer qué, después de estar con quién, etc? Un sentimiento así de persistente SEGURO que quiere decirte algo… Quizás es momento de bajar tus barreras y decir «aquí me tenéis ¿cuál es vuestro mensaje?»
Un abrazo y ánimo en este camino!
Chapeau Amparo!
Gracias! <3
Excelente articulo 😀
Gracias ángel!!
Amparo, muchas gracias por tus resúmenes sobre el libro de Elisabeth K. Ross y David Kessler y sobre todo, la cita de Elena Rog, que me ha emocionado especialmente. Ya he leído casi todos los artículos que me has enviado. Algunos los voy a releer otra vez. Tambien he pasado algunos a un amigo, a una de mis hijas y a mi pareja.
Tienes un don especial para transmitir pensamientos y emociones que llegan al corazón de los que las leemos.
Gracias de nuevo y espero contactar contigo próximamente. Saludos. Victor.
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