Ahhh, la envidia, ese sentimiento tan incómodo y que tanto nos empeñamos en esconder… Esa emoción que se apodera de nosotr@s al ver que otra persona tiene los éxitos o las posesiones que nos faltan y que tanto deseamos…
Reconozcámoslo: sentir envidia es duro. A veces, aunque digamos que nos alegramos mucho del éxito de los demás, o que lo nuestro es «envidia sana» (un término un poco extraño) algo se retuerce dentro de nuestro pecho cuando vemos el logro ajeno. Sobre todo si a nosotr@s no nos va tan bien.
La envidia nos pone en una situación vulnerable, de inferioridad. Y además, debido a juicios morales varios, nos sentimos incómod@s, suci@s y malvad@s si reconocemos que envidiamos algo en otra persona. Por eso solemos negar nuestros celos: ¿envidios@? ¿yooo? ¡en absoluto! ¡jamás!
En general, tenemos mucho miedo a las emociones que consideramos negativas (la envidia, la ira, la desesperación, el odio…) lo que nos lleva a reprimirlas y esconderlas.
Pensamos que sentir envidia es un acto reprobable en sí mismo, lo cual no es cierto, porque lo realmente perjudicial, para nosotros o para los demás, son los comportamientos, las acciones, las palabras.
Sentir, por sí solo, no hace daño. Y no hay sentimientos «incorrectos», todos ellos tienen su papel y su utilidad.
Centrándonos en la envidia, es lo que hacemos con ella lo que puede ser malvado o censurable, pero no el experimentarla en la mente o en el cuerpo.
Por tanto para lidiar con esta fastidiosa emoción, el primer paso es reconocer cuándo aparece en tu vida y llamarla por su nombre.
¿Sientes celos cuando aparece tu vecina perfecta, con su familia perfecta y su trabajo de ensueño, mientras tú engordas y haces lo que puedes para sobrevivir? ¡Pues no pasa nada, reconócelo!
En segundo lugar, tienes que aprender a extraer el mensaje positivo de la envidia (que lo tiene) más que dejar que domine tu vida y te convierta en una persona resentida. Para ello, sigue las dos estrategias que te cuento a continuación:
1.- Relativiza el bienestar de los demás
Seguro que ya lo sabes: las apariencias engañan.
Todo eso que desde tu posición te parece tan envidiable, puede ser más una invención mental tuya (las fantasías que proyectas sobre la escena) que la realidad. Con las redes sociales, esta doble paradoja de envidiar y ser envidiado aumenta hasta límites peligrosos.
Envidiamos al escalador que coloca su fotografía, con una sonrisa triunfal, cuando ha llegado a la cima y nos decimos que «ésa es una vida perfecta: de logros, de aventura, de disciplina» pero… ¿realmente sabemos qué ha sucedido antes?
¿Sabemos si esa persona fuera de la montaña es feliz o amargada? ¿Sabemos si los motivos que le llevan a demostrarse una y otra vez que es capaz de grandes hazañas son nobles o neuróticos?
¡No, no sabemos nada, y ahí estamos, admirando una historia de ficción que hemos creado nosotros solitos!
Lo mismo ocurre cuando vemos fotos de viajes en pareja, de familias perfectas posando a la cámara, de mujeres con ropa y estilismos que nos hacen soñar, extraemos de ese momento puntual toda una historia que es pura invención mental.
No sabemos si esa pareja enamorada no estaba en ese momento a punto de divorciarse, si ese padre de familia alto y rubio es un alcohólico los fines de semana, si esa chica guapísima y sonriente que viste tan bien no ha tenido episodios de anorexia.
Podría ser que no, o podría ser que sí, pero lo cierto es que no sabemos nada de lo que hay detrás de las vidas que admiramos y solemos contarnos un cuento de hadas a partir de ellas.
Si lo que estoy diciendo te parece exagerado (o producto de una mente envidiosa como la mía que no cree en las vidas perfectas) piensa en tu propia vida, en lo que muestras, en tus propias ambivalencias.
¿Cuántas veces, estando de viaje en un sitio precioso, que los demás envidiarían, a los cinco minutos te has cansado de esa belleza y has vuelto a pensar en tus problemas?
¿O cuántas veces te has hecho una foto romántica con tu pareja y media hora después os habéis puesto a discutir o habéis estado cada uno a lo vuestro, con cero romanticismo?
¿O cuántas veces, en una cena de amigos, os habéis hecho una foto loca y divertida, pero en realidad la noche ha sido de lo más tranquila, cuando no aburrida?
Lo haces tú y lo hacemos todos: compartimos imágenes puntuales para impresionar a los demás pero esas fotografías (que expresan exactamente cinco segundos de realidad) no definen una vida, ni de lejos.
Por lo tanto, aquí va mi primera recomendación: filtra la información que te encuentres en revistas, en televisión y en redes sociales. También lo que cuentan las personas que te rodean.
La mayoría de las personas no comparte los momentos trágicos de su vida, sus dudas, y las noches sin dormir, por ello esas vidas perfectas que atribuimos a los demás son sólo invenciones. Puras fantasías.
En vez de dedicarnos a inventar cuentos de hadas sobre fotografías o escenas cotidianas de otras personas, utilicemos esa energía creativa para mejorar nuestra propia vida. Y aquí viene la importancia del siguiente punto:
2.- Reconoce tus deseos y ábreles el paso
Por extraño que parezca, la envidia puede ser un motor estupendo para producir cambios.
Mira esta fotografía de aquí abajo ¿qué ves? Son mujeres sentadas en el metro y una parece mirar con envidia a las demás, que son más jóvenes, van en grupo y más arregladas.
¿Qué se te ocurre que podría hacer la mujer envidiosa? (Aparte de tener la certeza de que la vida de estas chicas no es perfecta, y que también tendrán sus problemas, como hemos dicho antes)
Pues lo que esta señora podría hacer es reconocer que detrás de esa envidia hay un deseo (vestir con ropa más bonita, cambiar de peinado, ir a fiestas o pasar un tiempo entre amigas) y comprometerse a cumplirlo.
Puesto que la envidia, una vez que le hemos quitado todas esas capas de fantasías irrealizables y la hemos bajado a tierra, esconde un tesoro de mucho valor: nos indica que algo nos falta, y nos da pistas sobre lo que podría ser.
La envidia nos habla de nuestros deseos ocultos y nos proporciona cierta vitalidad para alcanzarlos. Pero hay que indagar en cuáles pueden ser esos deseos y finalmente actuar, porque si sólo envidiamos y no nos movemos un milímetro lo único que conseguiremos es un carácter agrio y resentido.
¿Abres el Facebook y envidias que Juan esté de vacaciones en Menorca, con su pareja y amigos? Pues identifica por qué sientes envidia: quizás en este momento necesitas unas vacaciones, o sólo añoras poder tener más tiempo libre, o estar en un grupo de gente que organice viajes, o salir más de casa o fotografiar paisajes bonitos.
¿Envidias que tu mejor amigo se haya comprado un coche deportivo carísimo? Si lo piensas bien, quizás tú no quieras ese coche sino la sensación que éste proporciona: libertad, estatus, seducción, éxito de cara a los demás… ¿De qué otras formas podrías obtener estas sensaciones, sin necesidad de comprar un coche idéntico?
Como ves, en primer lugar tienes que averiguar: ¿Qué es exactamente eso que deseo?
Y después, una vez identificado: ¿Qué puedo hacer hoy, ahora, para conseguirlo? Podría ser empezar a ahorrar para un viaje dentro de tres meses, o ir al parque a pasear para estar en contacto con la naturaleza o llamar a un amigo para tomar una cerveza por la noche.
Recuerda esto: Si reconoces tu deseo y te mueves para conseguirlo la envidia se desvanecerá por completo.
Conclusión final
Y ahora es tu turno: ¿Te cuesta reconocer que sientes envidia? ¿Haces algo con ella, aparte de sentirse miserable? ¿Te abruma la cantidad de «vidas maravillosas» (repito: son invención tuya) que aparecen en los medios de comunicación y las redes sociales?
Somos humanos si sentimos envidia, pero nos convertimos en mejores personas cuando la utilizamos para crecer.
Dejemos de desperdiciar energía en idolatrar vidas que sólo existen en nuestras cabezas y empleémosla en mejorar nuestras condiciones actuales, ya que los deseos que se despiertan con la envidia son como un faro que guiará nuestro camino.
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: «jealousy» de Antoine K, a través de Flickr Creative Commons
Imagen 2: «Admiration… or envy?«, de Lou Bueno, a través de Flickr Creative Commons
Imagen 3: «Aquinnah Lighthouse at Dusk, Martha’s Vineyard» a través de Flickr Creative Commons
21 Comentarios
¿Ves como «metes el dedo en la llaga» y los demás, en este caso YO, no somos tan buenos como nos creemos?.
Tienes mucha razón al decir que mal interpretamos lo que vemos de los demás, o lo que nos quieren mostrar y que para nosotros, siempre «es más verde la hierba al otro lado de la valla» (me he desayunado del refranero español). Normalmente, no sabemos nada de la vida de la otra persona.
El otro día, hablando con una persona que conozco, me comentaba que su hermana, de cierta edad, soltera y viviendo con su madre, tenía una suerte bárbara en los juegos de azar; le habían tocado unas cuantas veces premios importantes en loterías; cupón que compraba, cupón que estaba premiado; la envidiaba por éso, porque decía que a ella nunca le tocaba nada (pero es que nunca!!!). Le dije que a lo mejor, su hermana prefería que no le tocase tanto la lotería y tener lo que ella tenía: una familia propia; un marido, tres hijos, una casa…pues no lo veía así….
¿Y por qué me molesta cuando sé que los demás me tienen envidia?. No me voy muy lejos: mi familia política. Al poco de casarnos, hicimos un viaje a Canarias y nos compramos una cámara de vídeo, que nadie en la familia tenía; al poco uno de mis cuñados, viaje a Canarias y cámara de vídeo; luego los demás. Cuando me casé yo ya llevaba mucho tiempo trabajando con ordenadores y tenía mi propio ordenador personal (un 286 en blanco y negro -hablo de hace más de 22 años-). Cuando visitaron mi casa vieron el ordenador…al poco, aún sin saber encenderlo, iban teniendo sus ordenadores personales. Con el móvil, lo mismo y encima comparando cuál es mejor; cámara de fotos digital…idem de idem (un día uno de mis cuñados estaba «fardando» de cámara de fotos conmigo y le pregunté a mi marido, delante de él qué cuál era mejor; me contestó que la nuestra; fin de la conversación). Me compro un coche, «hemos cambiado de coche porque lo necesitábamos». Me compro una casa..»pues no se gana poco con…»; vienen de visita (están a 500Km), ven que tenemos tarima flotante; aunque el clima donde viven no es muy bueno para la madera, tenemos tarima en las casas. Resumiendo, son del club del «culo veo, culo quiero». Creo que yo no soy así. Me tengo por los que dicen y sienten «haces bien», «te alabo el gusto», «cuánto me alegro»..y es que al rato, se me ha olvidado de qué iba. Ya lo pongo en duda, pero creo que me alegro sinceramente de los éxitos y posesiones de los demás, sobre todo de los más cercanos. No envidio lo material.
Como hablaba ayer, si por envidiosa se entiende el querer conseguir los mismos resultados que otra persona que hace lo que yo quiero hacer..lo que yo quiero conseguir es la habilidad, la destreza, el virtuosismo, si quieres. Y sé, por experiencia, que cuando admiro (más que envidiar) la perfección en los resultados, tengo muy claro que detrás de eso, hay un montón de horas de aprendizaje, práctica y trabajo. Entonces si que envidio la capacidad de trabajo, la ilusión que le puede poner, el no rendirse, el intentarlo una y otra vez hasta llegar a un resultado óptimo.
Y ya termino, porque mis comentarios son tan largos, que te van a bloquear el blog. Gracias por leerme, jajajaja.
Un saludo.
Estimada Yolanda,
Muchas gracias por comentar y compartir tus experiencias! A mí no me molestan los comentarios largos, al contrario, tampoco alguno de mis artículos son breves, precisamente…
Has abordado un tema que yo no he tocado en el artículo, ni me había planteado, paradójicamente: cuando notamos (o sufrimos) la envidia de los demás. Creo que no lo he hecho porque, al contrario que cuando sentimos nosotros envidia, que los demás deseen lo que tenemos nos coloca en una situación superior, diría que puede ser hasta agradable. De hecho, cuando de una persona dicen que es envidiada en su campo, o que es la envidia de, tiene connotaciones positivas. Es bastante chocante la actitud que describes de tu familia política, la verdad… ¿A ti cómo te afecta? Yo que parto de la premisa de que todos los comportamientos recurrentes (hechos que se repiten una y otra vez, con pocas variaciones) que tenemos en nuestra vida los generamos de alguna manera, consciente o inconscientemente, me pregunto si hay algo tuyo puesto ahí. Si de algún modo, puedes incitar la envidia de ellos, o puedes ver envidia donde hay admiración. Es sólo una hipótesis… Pero desde luego, tú estás en el lugar favorecido, el del «envidiado» así que disfruta de ello y no te preocupes mucho 🙂
Y como comentas, a veces envidiar desde un punto de vista positivo el trabajo de los demás nos lleva a actuar, a conseguir lo que ellos tiene, a ser virtuosos (me ha encantado esta palabra que has usado) en nuestro propio trabajo. Es justo lo que planteo en el epígrafe dos del artículo: utilizar la envidia como un motor que me lleva a donde deseo, a partir de ver un resultado en el otro que me inspira.
Terminando con el caso que comentas de la mujer que tiene suerte con la lotería… Lo veo igual que tú ¿no es mejor una vida independiente, una familia, que ganar premio tras premio? Qué ciegas podemos ser a veces las personas viendo como algo excepcional una cosa que no lo es, en verdad.
Un fuerte abrazo Yolanda!
Estoy de acuerdo contigo pero yo creo que la envidia también viene por la falta de confianza en uno mismo. Ves a personas a tu alrededor con algo que las hace feliz y tu crees que eso te haria feliz a ti también, pero no tiene porqué…
Una pregunta, la envidia se pega? Si pasas mucho tiempo con gente envidiosa, te vuelves envidioso tu tambien?
Hace tiempo estuve trabajando en una oficina con unas seis personas y algunas eran bastante envidiosas y falsas. Al cabo del tiempo me el cuenta que empezaba a envidiar cosas que en ningún momento me había planteado tener… Gracias que ya no trabajo allí!
Exactamente Irene, a veces pensamos que poseer justo lo que tienen los demás nos haría felices y en realidad no tiene por qué ser así. Por ello, cuando envidiamos algo, hay que tener cuidado y averiguar QUÉ es exactamente eso que una parte de nosotros anhela. Puede ser que envidiemos a alguien que tiene una casa enorme a las afueras de la ciudad, pero en vez de querer eso concretamente (la casa grande a las afueras) lo que pretendamos sea vivir con un poco más de estabilidad económica. Igualmente, podríamos sentir envidia ante una relación de pareja de otra persona, pero a lo que nosotros nos llenaría en ese momento podría ser tener un nuevo amigo o compañero de piso. Para detectar estas cosas, conocerse y ser sincero es fundamental…
Respecto a si la envidia se pega… No sé, te digo algo parecido que a Yolanda. Es más fácil admitir que tenemos envidia porque otra persona «nos la ha pegado» que reconocer que ya estaba en nuestro interior y no le dábamos permiso para aparecer. Los sentimientos siempre son nuestros, aunque en ocasiones el contacto con otra persona «los despierte». si me aceptas una sugerencia, date permiso para experimentar cualquier cosa, mientras no hagas daño a los demás con ello (ni a ti misma) no pasa absolutamente nada.
Un abrazo!
Creo que se ha jugado mucho con la envidia desde un punto de vista comercial y social, tratando de venderte cosas para ser la envidia de los demás, por ejemplo, cómprate el mejor coche de cara a los demás, o para reducir tu nivel de envidia sin esfuerzo, del tipo con estas pastillas puedes seguir comiendo igual de mal pero vas a estar tan delgada como a quien envidias. Por eso me gusta el título del post «Desenmascarando a la envidia» porque da claves muy sencillas y concretas para que actúes sobre esa envidia y no para taparla.
Hola María,
Evidentemente, la envidia es una emoción muy fácil de manipular. Basta conque nos presenten una imagen perfecta (que no existe, sí, NO EXISTE, como he hablado en el epígrafe 1) para que nuestra imaginación se ponga a rodar y creemos a partir de esa imagen suelta un cuento de fantasía que nos gustaría alcanzar. Pero obviamente, la fantasía ideal no se alcanza nunca, así que ya podemos tener el mejor coche, el mejor vestido o un modelo a nuestro lado, nunca vamos a conseguir sentirnos como deseábamos ingenuamente.
¿Soluciones? 1) Bajar las expectativas de lo que queremos y ser realistas (se puede vivir feliz y vigorosamente en la realidad). 2) Ser más listos que los publicistas y profundizar dentro de esa escena envidiable que nos muestran qué es lo que queremos y qué es puro adorno, como le comentaba a Irene. Por ejemplo, podemos desear la admiración y el prestigio que produce conducir un coche caro, pero esto podemos conseguirlo por otras vías, no sólo comprando el coche.
Un saludo y gracias por comentar, una vez más!
Venía a comentar porque acabo de ver tu invitación a compartir nuestros sentires sobre la envidia en Facebook. Comenté allí y seguidamente me di cuenta de que ya habías publicado el artículo, así que vine a leerte, porque me interesa el tema y me interesas tú, y de nuevo, me encuentro con el regalo que me haces al enlazarme. ¡GRACIAS una vez más, compañera!
Efectivamente para mí la envidia tiene que ver con ese hábito estéril que es la comparación, y este sentido, conectando tal vez con lo que decía arriba Irene, todo se apoya en una confianza o autoestima minada, poco estimulada y cuidada. Claro que teniendo en cuenta que venimos de historias de desamparo, soledad y carencias afectivas, no es de extrañar que queramos lo que el otro exhibe y que nos duela.
Más hermoso es admitir las carencias propias y trabajar por suplirlas por nosotros mismos ahora que somos adultos, con todos los recursos que atesoramos.
¡Abrazo enorme y agradecido!
Me ha gustado mucho la palabra que has empleado Gloria, nos DUELE lo que el otro exhibe. Más allá de la envidia, del ligero enfado, de los deseos frustrados… hay un tremendo dolor. Creo que tampoco puede evitarse en gran medida, con nuestras historias de desamparo a cuestas hacemos lo que podemos.
No obstante, a pesar del dolor, sigo defendiendo que la envidia nos da muchísima información. Es una luz que dice: «hey, envidias esto, lo quieres! No pasa nada, está bien que lo quieras, haz algo». Si pudiéramos coger esta parte del mensaje y dejar la de la comparación o la falta de confianza, seríamos imparable.
¡Un fuerte abrazo!
Gracias por tus artículos! Siempre me ayudan a ordenarme en la cabeza lo que pienso o siento.
Sí, he sentido envidia. Venga, ya está, reconocido, fuera!! Y la he sentido por crearme películas ante fotos de vidas perfectas o por creer que nunca podré ser como X persona. Eso sí, creo que le echado sensatez y nunca me he comportado mal.
Me parece imprescindible lo que dices de escuchar a la envidia para ver de qué deseo oculto nos está hablando. Y la acción. Y atendiendo nuestro deseo la envidia desaparece porque es como una falta de conexión con nuestro deseo. Y por ello, nos pone las pilas.
Hola Clara,
Ahí, sin miedo, «confesando», ¿verdad que no pasa nada por admitir lo que sentimos? 🙂
Me ha encantado tu conclusión: «la envidia es una falta de conexión con nuestro deseo» Qué cierto es eso… Cuando estamos desconectadas de ese deseo, la envidia aparece para avisarnos, pero si actuamos en línea con lo que hacemos, no es necesario. Yo no podría haberlo resumido mejor.
Gracias por comentar y por tus palabras. Un abrazo!
Gracias por el artículo. La primera vez que lo leí me hizo mirar la envidia desde un punto de vista que no me había planteado. Aunque no es extraño pues me pasa habitualmente contigo…
En cuanto el tema de la comparación creo que también hay que darle la vuelta y verle el lado positivo: cuando me comparo con los otros puedo obtener una información muy valiosa para conocerme más y mejor. Si me comparo con mi amiga puedo llegar a la conclusión que baila mejor. Bien. Puedo decidir mejorar mis habilidades en la danza o incluso decidir que aunque no es mi fuerte me lo paso en grande cuando lo hago… El problema llega cuando la comparación nos lleva a la competición, cuando no sabemos valorar suficientemente nuestras fortalezas, cuando no sabemos aceptar nuestras debilidades. Pero que nuestra autoestima sea débil no significa que la comparación sea mala per se. Almenos así lo entiendo…
Un abrazo bien fuerte!
Muy de acuerdo con lo que apuntas, Núria. Ni la comparación ni la envidia son malas «por sí mismas», y cuando aparecen. Lo malo es quedarnos atascados en ellas y con la frustración de «no puedo cambiar».
Muchas gracias por comentar, me ha hecho mucha ilusión! 😉
A mi me da mucha envidia la gente ,que tiene un trabajo que no les preocupa perder, haciendo de esta faceta algo de su vida y no la base de sus preocupaciones. Por ejemplo envidio a una amiga que tiene una invalidez y vive tranquila sin pensar en como obtener dinero.
Envidio muchísimo a la gente que trabaja en la tele y me obsesiono al poner la tele porque siempre lo pienso,como presentadores, humorista, actores, trabajos que a mi entender no son sacrificados y que están muy bien pagados.
A mi no me consuela pensar que su vida integra no va a ser ideal,porque de eso soy consciente, yo envidio no estar preocupada en que puedo trabajar. Sobre todo porque tengo 45 años y sin formación. Y la situación tan pesimista tampoco ayuda.
Trabajar en un comercio o de camarera, me parece, prácticamente vivir para trabajar y eso me da muchísima tristeza.
Lo que me gustaría es trabajar de 8 a3 de lunes a viernes y se que esto no es posible , asi que estoy súper amargada, y siempre envidiosa de quien tiene un buen trabajo.
Hola Belén,
La vida de esos presentadores, humoristas, actores, etc. dicta mucho de ser ideal y de no ser sacrificada. De hecho, el trabajo de un presentador (o locutor de radio) es uno de los más duros y sacrificados, si buceas un poco por la red y buscas testimonios lo encontrarás.
Si envidias este tipo de trabajos es porque dentro de ti hay una fascinación con este mundo y tendrás que descubrir por qué, qué te atrae tanto de la televisión, qué parte de ti no estás desarrollando, etc.
Si te quedas estancada en el sentimiento de envidia (me parece que lo estás) tu vida no va a mejorar. Tu vida va a mejorar cuando HAGAS ALGO. La gente que tiene un buen trabajo se lo ha ganado, no le ha caído del cielo. Te sugiero que utilices la envidia para que sea tu GASOLINA hacia una vida mejor, pero para ello tienes que proponerte cosas, actuar, arriesgarte, trabajar, sufrir, volver a levantarte… Estar en el sofá sintiendo envidia y sin hacer nada no va a contribuir a mejorar tu vida. Te mereces algo mejor…
Me sorprende que dices no tener formación pero escribes de maravilla.
Senti que lo escribi yo, en 3 años he tenido 10 trabajos en los que duro un promedio de 2 meses, y salarios mediocres, lo malo que yo si tengo formación y ni aun asi….
Tengo envidia 24/7
Hola Belén, yo sí que tengo formación, y bastante, creo que ha sido un malentendido el que pensaras que no tenía estudios.
Respecto a la envidia, espero que este artículo te haya ayudado y te haya orientado sobre qué hacer.
Saludos cordiales.
Un buen artículo, pero no me hace sentir mejor. Racionalmente yo sé y acepto que tengo envidia de casi todo el mundo que me rodea. Desde adolescente siento un profundo odio hacia los demás, pero sobre todo, me odio y desprecio a mí misma. Estoy harta de esforzarme en todo, de ser una persona decente, de hacer las cosas bien y que nada me resulte. Me revienta ver que una pelandrusca fea e inculta se lleve un partidazo al que yo iba detrás, que otra tipa egoísta y maleducada pueda tener hijos que la naturaleza me negó, que una bocazas irresponsable ascienda en el trabajo antes que yo. Casi todos los días me levanto con ganas de hacerne mucho daño, pura y llanamente. No duermo pensando en el odio que me consume, en la certeza de que no valgo nada y cada noche cuando logro conciliar el sueño con el deseo de que al día siguiente toda esa gente despreciable que odio por tener lo que yo merezco y ellos no, muera o desaparezca. O mejor aún, yo misma. Lo sé, soy un ser repugnante, pero tenía que soltarlo, y ojalá que al externar mi deseo de destrucción y desaparición propia, se cumpla pronto.
Hola Rosa,
No sé si leerás este comentario alguna vez pero no puedo dejar de hacértelo.
Quiero comentarte que me pareció muy valiente y sincero lo que escribiste en mi blog (igual no te acuerdas, porque hace varios días, fue en un artículo sobre la envidia).
Tu comentario me conmovió mucho y me dejó muy pensativa y de hecho lo he tomado como punto de partida para un nuevo artículo de mi blog, que si te apetece puedes consultar aquí: Quitémonos las caretas – Cómo acercarte a tu lado oscuro
Sólo comentarte que no eres una persona repugnante por pensar ciertas cosas. Entiendo que para tener ese afán autodestructivo has atravesado experiencias muy dolorosas y en esto tienes que centrarte: en comprender estas experiencias y en mejorar tu concepto de ti misma porque, aunque te resulte difícil de creer, te mereces cumplir tus sueños (si no todos, porque la vida es compleja y difícil, al menos algunos) y además tú tienes la llave para hacerlo.
Te envío un fuerte abrazo.
Hola, muchas gracias por publicar un artículo así que hablara sobre la envidia, y que hacer para dejar de serlo. En lo personal…. yo siento envidia a una chica de fecebook que no conozco muy bien; pero el chico que me gusta cada rato le da like a sus fotos personales. Lo peor es que ella siempre postea fotos de si misma, incluso estando gorda por covid 19 sigue él así dandole like. Creo que la envidia que me produce es por la atención que genera ella a él, de que esté pendiente. Y que no se esfuerza en nada para verse bien o manterse en forma como yo lo hago. En fin…. Solo quería expresarme y compartir de dónde viene eso. Muchas gracias pondré en práctica esto que recomendaste. ¡Saludos!
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