Dice Whitman en el poema 46 del «Canto de mí mismo»:
Llevas mucho tiempo soñando sueños despreciables,
Ahora te quito la venda de los ojos,
Tendrás que acostumbrarte al brillo de la luz y de cada momento de tu vida.
Llevas mucho tiempo vadeando sobre una tabla en la orilla,
Ahora quiero que seas un nadador atrevido,
Que te arrojes al mar, reaparezcas, que me hagas una seña, que grites y salpiques alegremente con el pelo.
Creo que tiene que llegar un momento, en la vida de cada persona, en la que estas estrofas tengan todo el sentido.
Si hasta ahora sólo has tenido sueños tibios, de buen chico/a, anclados en lo que «es normal», es el momento de soñar en grande y sin inhibiciones.
Si hasta ahora has tenido miedo de tu propia luz (uy, qué dirán de mí si pretendo tanto, si no he nacido para destacar) es el momento de perderle el miedo.
Si hasta ahora has postergado enfrentarte a la verdad de ti mism@, porque crees que tus demonios internos son terroríficos (te doy la razón: lo son) es el momento de coger la espada, el escudo e ir a por ellos.
Y si hasta ahora has estado vadeando sobre una tabla en la orilla, haciendo cosas pero no muy arriesgadas, avanzando pero SÓLO hasta un punto razonable, con más temor que ilusión por el futuro (te diré lo que trae el futuro: tu muerte) es el momento de que te zambullas sin contemplaciones en el agua.
Y una vez allí, aprendas a desenvolverte como puedas, «con lo que venga», porque vivir la vida no es estar en un sitio seguro y calentito, donde existe estabilidad y prestigio, sino una aventura de la que no podemos saber el próximo capítulo.
¿No lo sientes, no se abre paso este sentimiento desde dentro de ti?
Es el momento de soñar con pasión. Es el momento de perseguir con fiereza y bondad los sueños.
Es el momento de ser un nadador atrevido.
Créditos de la imágenes: Stencil