No exagero si digo que el peor enemigo está dentro de nuestra cabeza. Muchas veces no hay juez más implacable que un@ mism@ ni palabras más despiadadas que las que pueden salir de nuestra mente. Autocrítica.
Un gran número de personas me han reconocido que se machacan por cosas sin importancia. Que cada vez que se equivocan se lo repiten interiormente hasta la locura, mientras que cuando hacen algo bien apenas se lo reconocen.
Si la autocrítica domina tu vida, probablemente te ves reflejado en alguna de estas situaciones:
- Aunque trabajes y consigas muchas cosas, piensas que nunca es suficiente. Los demás tal vez te admiran por tus éxitos, pero una voz dentro de ti se encarga de aguarte la fiesta y te suelta: «a ver… que tampoco es para tanto».
- Tienes pavor a equivocarte porque sabes que si lo haces vas a castigarte con mensajes negativos.
- Siempre encuentras un fallo en tu apariencia física, en tu casa, en tu trabajo, en tu forma de organizarte, en tus cualidades personales… y sin embargo todo lo que tienen los demás te parecerá maravilloso.
- Es probable que esas perlas venenosas las dirijas impunemente, y sin poder controlarlo, también hacia los demás. Y así, te pasas el día criticando abiertamente a tu pareja, a tus hijos, a tu suegra, a los amigos, a los compañeros de trabajo, a los alumnos, al jefe… Nadie se libra de tu lengua viperina y esto causa malestar y rabia en las personas que tienes más cerca.
Una lectora me escribió hace tiempo: «Me duele la falta de comprensión y aceptación de mí misma» y esta frase me impactó porque, efectivamente, detrás de esa autocrítica destructiva hay un profundo dolor. Dolor por las heridas pasadas, dolor por no ser quienes quisiéramos ser, dolor por no ser aceptados cuando lo necesitábamos.
Quiero decir en este punto que la autocrítica constante y despiadada hacia un@ mism@ no es una cosa que venga «de serie». Es decir, no nacemos así, no es un rasgo innato sino adquirido. Lo aprendemos a base de escuchar una y otra vez descalificaciones de los demás y al final acabamos reproduciendo ese diálogo en nuestra cabeza nosotros solitos.
Puesto que la autocrítica es algo que aprendemos, también podemos decidir, como personas adultas y conscientes, dejar de hacerlo.
Sí, bajar tu nivel de autocrítica es una decisión que puedes tomar hoy.
Sí, no tienes que resignarte a tener a un demonio dentro de tu cabeza toda la vida.
Puedes ir acallando esas voces que te atacan sin piedad y aliarte de forma amorosa con tus pensamientos.
En este artículo te muestro las tres claves principales para empezar cambiar los mensajes negativos de tu cabeza por otros más neutros y amables. Espero que al menos alguna la pongas en práctica cuando termines de leerlo.
1. Registrar nuestros pensamientos
Hay algunas personas que dicen que no se critican nunca o que siempre han crecido rodeadas de comentarios amables. Lo voy a decir de forma clara: no me lo creo.
Vivimos en una sociedad dura y en un clima de conflictos emocionales variados desde nuestra familia hasta el colegio, pasando por los conflictos en los grupos de amigos, la pareja o el trabajo. Como la vida no es perfecta y todos arrastramos heridas en el corazón, veo francamente imposible que alguien haya crecido con una mente limpia, compasiva y sabia, capaz de diferenciar una crítica gratuita de una crítica necesaria.
También desconfío de quien dice que en un fin de semana, o en un año de terapia, ha conseguido «reprogramar su mente» por completo y para siempre. Y que ya nunca más volverá a experimentar ciertas emociones o críticas dolorosas.
Cuando escucho decir a alguien que «antes se criticaba pero ahora ya no» o que «ha superado por completo sus pensamientos negativos» presiento que lo que ha hecho es poner una cortina y dejar de percibir esos pensamientos. Es decir, se ha desconectado de ellos. No obstante, porque nosotros no queramos ver algo no significa que deje de existir.
Una muy mala práctica en cuanto a los pensamientos negativos es ignorarlos. - ¡Twitea esto! Porque por mucho que lo hagamos siempre seguirán ahí y si no los percibimos conscientemente… tal vez vengan disfrazados de insomnio, pesadillas, enfermedades «inexplicables» o críticas desde fuera que hemos provocado sin darnos cuenta.
Por ello, si de verdad quieres cambiar la forma en que te hablas, lo primero que tienes que hacer es escucharte. Escuchar qué dicen esas voces crueles, de dónde vienen, cuándo aparecen, si tienen parte de razón (a veces la tienen), si recuerdas a alguien que también te lo dijo, si aparecen después de que has estado con ciertas personas, etc.
Las críticas negativas no desaparecen porque no quieras atenderlas. Por tanto, no les cierres la puerta cuando las veas venir, más bien haz todo lo contrario: invítalas a pasar y a sentarse, porque seguramente traen una pista sobre ti que debes comprender y sanar.
2. Entender que la autocrítica despiadada no sirve para nada
El segundo paso para dejar de criticarnos es entender que este comportamiento no tiene ningún beneficio. Creo que muchas veces nos criticamos tanto (y hacemos lo mismo con los demás) porque pensamos, erróneamente, que eso nos impulsará a actuar.
Creemos, erróneamente, que si criticamos nuestra gordura frente al espejo o nuestro desorden en la casa, vamos a tener más ganas de cambiar. Y la verdad es que no es así. La autocrítica despiadada destruye, no construye.
Si soy una persona tímida que lo pasa mal a la hora de ir a una fiesta con mucha gente, por mucho que me diga: «es que soy idiota, mira que tener miedo de eso, con lo fácil que es llegar y saludar» no voy a solucionar nada. De hecho, lo estoy empeorando. Si tengo intención de cambiar ese diálogo interior negativo tengo que comprender primero que NO me beneficia.
Las críticas crueles no sirven para nada. No nos sirven a nosotros pero tampoco a los demás (y creedme, lo hacemos toooodo el tiempo). Decirle a alguien repetidamente que «es un inútil y no sirve para nada» no le va a hacer más capaz. Repetir a una persona que «hay que ver qué genio tienes, no hay quien te aguante» no la va a dulcificar. Burlarnos de alguien al estilo de «pero qué poca gracia tienes» o «ay, qué despiste de persona» (por no hablar de los motes humillantes) no es divertido, duele y no beneficia a la persona.
Repito: aunque nos sale automático, aunque pensamos que eso es educar, aunque nos parece muy gracioso resaltar los defectos de los demás, las críticas despiadadas no ayudan a nadie a mejorar.
La siguiente imagen de Cinismoilustrado refleja esto perfectamente:
En conclusión, tomemos conciencia de que no estamos haciendo ningún bien, ni a nosotr@s ni a los demás, con nuestras palabras hirientes. Esta es la manera de empezar a dejar de decirlas.
3. Reconocer lo que nos sale bien
Finalmente, si queremos dejar de criticarnos y ser más compasivos, tenemos que ejercitar la costumbre de agradecernos las cosas y felicitarnos cuando algo nos sale bien.
Si tenemos un genio muy fuerte pero una vez hemos conseguido controlarlo (aunque a los cinco minutos hayamos perdido los nervios con otra cosa) bien, vamos a otorgarnos ese reconocimiento. No se trata de tapar lo negativo (de hecho, justo acabo de decir que no cierres la puerta a los pensamientos negativos) sino de poner el foco también en lo positivo. Es increíble la cantidad de cosas bondadosas, amables, bien hechas y pulcras que terminamos a lo largo del día de las que simplemente… no tenemos constancia.
Si quieres cambiar un comportamiento negativo, registra cuándo te equivocas pero también las veces en que las cosas te salen bien. Aquí algunas sugerencias:
- Para mejorar la gestión del tiempo apunta en una lista no sólo las tareas pendientes sino además las que has finalizado.
- Cómprate un pequeño regalo cuando te sientas orgullos@ de algo que has conseguido para que cada vez que lo veas tengas presente ese logro (esta es una táctica que a mí me encanta)
- Felicítate mentalmente cada vez que consigas modificar un hábito negativo, por pequeño que sea
- Al final del día, haz un balance de lo que se puede mejorar pero también un balance lo que ha salido bien (y créeme, siempre hay algo que ha salido bien)
- Si algún día todo te sale del revés hasta el punto de que tienes el ánimo por los suelos… mímate un poco. Hay momentos para escuchar las críticas asertivas y momentos en que somos tan frágiles que una palabra un poquito amarga podría rompernos. En esos momentos aparca toda autocrítica, como dice la frase: «quiérete cuando menos lo merezcas que será cuando más lo necesites«
- Celebra con tus seres queridos tus pequeños y grandes éxitos. Las celebraciones nos animan a seguir adelante y son una forma estupenda de reafirmarnos ante los demás.
Resumiendo
Como ves, dejar de criticarse y hablarse mal es cuestión de práctica, conciencia y tiempo. Las tres claves para que esto ocurra son:
1. Registrar esas críticas. No las escondas, no las metas debajo de la alfombra, míralas a la cara y diles simplemente «aquí estoy, os escucho, hablemos claramente de una vez.»
2. Entender que las palabras hirientes no benefician a nadie. Ni la crueldad ni la humillación nos hacen avanzar más, ni nos permiten mejorar a nivel personal o profesional, de hecho es justo al revés.
3. Empezar a felicitarnos por las cosas que hacemos bien. Aunque nos resulte extraño, podemos empezar utilizar un lenguaje más amable y estimulante con nosotros mismos. Es cuestión de practicarlo con el tiempo.
Tu voz interior te acompaña todos los días, por eso enfocarte para que esta voz pase de enemiga a amiga merece mucho la pena. ¿Qué vas a hacer hoy para hablarte mejor a ti y a los demás?
Créditos de las imágenes
Imagen 1: Shame de Suelen Pessoa via Flickr Creative Commons
Imagen 2: Semilla de Cinismo Ilustrado
¿Buscas un método para vencer tu autocrítica y convertirte en tu mayor apoyo?
Tener un elevado nivel de autocrítica puede retrasarte a la hora de conseguir cualquier cosa que te propongas. Como hemos visto en este artículo, nadie llega lejos maltratándose a sí mismo.
Además de la crítica excesiva, hay otros bloqueos mentales que nos separan de una vida satisfactoria: la indecisión (no saber lo que uno quiere), la falta de confianza en las propias capacidades, el miedo y la mala gestión del tiempo. Todas estas actitudes te impiden perseverar hacia tus propósitos y conseguir el estilo de vida que te haría feliz.
Peeero… no tienes que estar en esta situación de bloqueo indefinidamente. Si eres una persona decidida que tiene ganas de ponerse en marcha para cambiar su vida (lo cual implica reflexionar, mirar las dificultades a la cara y dar pasos estratégicos que te lleven a tu destino) te presento mi masterclass intensiva en vídeo: «Vencer los bloqueos emocionales que te impiden avanzar en tus proyectos».
Si profundizas en el material y sigues los pasos indicados conseguirás claridad, motivación y confianza duradera en ti mism@.
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MASTERCLASS INTENSIVA: VENCER LOS BLOQUEOS EMOCIONALES QUE TE IMPIDEN AVANZAR EN TUS PROYECTOS
4 Comentarios
Buen artículo Amparichu
¡Hola Amparo!
Podría escribir tanto de mi mente crítica… Este mes de febrero decidí cambiar las tornas y empezar el día haciendo una cosa que me encante (dibujar, escribir, leer, hacer fotos… ) porque me doy cuenta del entrenamiento militar que llevo encima al tener que hacer mil cosas para merecer algo que me gusta, sobretodo tiempo dedicado a lo que me hace feliz. Y claro, nunca queda ni tiempo, ni energía, ni ganas. El resultado es que estoy menos cabreada (o sea que no lo estoy) 🙂 Me siento menos tensa, más contenta. Gracias por este gran artículo y por recordarme lo que siempre olvido 😉
Por cierto, el domingo pasado incluí tu artículo: 10 claves para alejar el estrés de tu vida en un recopilatorio sobre Cómo crear tiempo. Me gustaron mucho tus claves porque recogen prácticamente todo lo que necesitas para «crear tiempo», espacio y sentirte en equilibrio.
¡Un abrazo!
Apunto y pongo en práctica. Gracias Guapa!
He empezado a leerlo y en el primer punto he terminado, no se puede asumir que una persona trabaje duro y se esfuerce. Ser una persona auto critica no conlleva a esforzarse mucho. Y si la persona en cuestión si se esfuerza pero es tan auto critica que no lo ve, asumir tales cosas como que lo intenta pero no lo consigue, no creo que se sienta identificada.